Muerte de Porfirio Díaz

 

Por Chanssonier

 

El pasado 2 de julio se cumplieron 111 años de la muerte, del general Porfirio Díaz Mori, quien por espacio de 30 años gobernó este país, hasta que la revolución encabezada por don Francisco I. Madero lo obligó a dejar el poder, exiliándose en Francia para salir de la vida en París, en donde aún reposa. Su figura se ha estudiado particularmente en sus aspectos políticos y militares; no se le perdona pretender eternizarse en el poder, reconociéndolo eso si por su brillante carrera al servicio de las armas nacionales.

Nacido en 1830 en la ciudad de Oaxaca, el caprichoso destino lo habría de llevar por otros derroteros. En el Instituto Literario de ese lugar terminó la carrera de licenciado en derecho, la que no ejerció por apoyar el Plan de Ayutla expedido por el general Álvarez, el que echó del poder para siempre al dictador Antonio López de Santa Anna.

En Puebla en 1862 durante la intervención francesa, defendió heroicamente la ciudad; más adelante luchó contra los conservadores en la zona de la Montaña guerrerense, en donde Rafaela Quiñonez originaria de Huamuxtitlán le entregó su amor, naciendo de esa relación una niña llamada Amadita.

Años más adelante el Plan de Tuxtepec lo condujo a la presidencia de la república, colocando al país como una nación progresista; en contraparte los pobres aumentaron, convertidos en peones de las grandes haciendas.

Esa desigualdad social sería caldo de cultivo para que germinara la revolución, la que obligaría al ya entonces anciano dictador dejar el poder para salir al exilio. Desde hace algunos años grupos conservadores han solicitado al gobierno la repatriación de los restos del dictador; sin embargo su petición no ha sido escuchada. Para no reactivar las brasas, lo mejor será que descanse en paz en donde se le sepultó.

Al margen de lo anterior; cuando viví en la ciudad de México, por las tardes en una casa de la calle Querétaro, siempre junto a un balcón descansado una anciana; me intrigó tanto saber quién era, que un día pregunté de quien se trataba, diciéndome era doña Amadita Díaz la hija del general Porfirio Díaz.

 

Las exquisitas nieves

 

Hasta antes de 1934 en que el empresario chilapeño don Francisco Herrera Ávila, instaló aquí la primera fábrica para la elaboración de hielo, éste tenía que recolectarse en montañas que se localizan en la parte poniente de la población. Quienes realizaban esta actividad, entre otros don Timoteo Pólito, subían a la sierra con mantas ahuladas las que introducían con agua en pozos previamente escavados, en donde vaciaban el líquido el que se congelaría en el curso de la noche, hasta convertirse en hielo.

Bien envuelto en “cuaxtles” ese hielo servía para elaborar nieves, ya que por aquél entonces los hogares estaban desprovistos de refrigeradores, los que empezaron a adquirirse a finales de 1946, cuando entró en servicio la planta hidroeléctrica de Colotlipa.

A partir de entonces empezaron a aparecer los neveros, ya que antes de ellos solo se dedicaban a esta tarea el señor Pólito ya mencionado, así como don Sidronio Sánchez, confeccionando el primero la de limón y el otro la de leche. Más adelante este negocio se extendería para a hechura de nieves de sabores, al igual que paletas. En la actualidad las neverías en la ciudad son escasas, porque existen tiendas en donde se vende envasada, lista para degustarse.