Fusilamiento de Maximiliano

 

Por Chanssonier

 

El 19 de junio de 1867 en el Cerro de las Campanas, en Querétaro, en donde un mes antes había hecho prisionero por las fuerzas liberales del presidente don Benito Juárez, un pelotón de soldados de la república acabó con la vida del emperador Maximiliano de Habsburgo; junto con él fueron pasados por las armas sus subalternos, los generales Miguel Miramón y Tomás Mejía.

En el año de 1864 un grupo de apátridas fueron a Miramar, en donde residía, para ofrecerle la corona de México, la que aceptó por contar de manera previa con la aprobación del emperador francés Napoleón III, quien miró la posibilidad de hacerse del territorio estadounidense, que internamente peleaban el norte y el sur; al obtener la victoria el primero desistió de su propósito, no el de conquistar México.

Sostenido por las bayonetas francesas, Maximiliano y su esposa Carlota Amalia llegaron a la ciudad de México, el 11 de junio de 1864 siendo recibidos con una gran indiferencia; desde su arribo no tuvo días de tranquilidad,  porque los liberales le hicieron la vida amarga, no perimiéndole llevar a cabo un gobierno en paz.

Luego de tres años de sostenerlo las tropas francesas, éstas regresaron a su país dejando solo a emperador, quien trató de sostenerse con el apoyo de los conservadores. Al mirar que el imperio se derrumbaba, se dirigió a Querétaro, en donde fue derrotado y preso.

Un tribunal de guerra presidido por Platón Sánchez lo condenó a muerte, la cual se efectuó en la fecha ya antes dicha.

 

Las mejores aguas frescas

 

Hay gentes que sobresalen en las actividades que desarrollan, bien pueden ser médicos, abogados o gentes sin profesión que lograron convertirse en íconos en sus tareas. Tal fue el caso de la señora Encarnación Chavelas, quien por muchos años se dedicó a la preparación de aguas frescas, las que confeccionaba con frutas de la temporada, siendo tan exquisito su sabor que diversos gobernadores enviaban a sus ayudantes, para saborearlas en sus cómodos despachos.

Doña Chona, así le llamaba de manera común la gente, tenía instalado su modesto negocio en la parte norte del desaparecido jardín “Cuéllar”, justamente en donde estuvo el hotel Treppiedi, ocupado actualmente por un edificio del Tribunal Superior de Justicia.

Esta infatigable mujer abría las puertas de su modesto negocio, a partir de las 11.00 horas ocupando la mañana en preparar la fruta que convertida en agua fresca, pondría a la venta de su numerosa clientela, la que impaciente esperaba se abriera la modesta negociación, para saborear tan delicioso producto.

Por la tarde de manera invariable, se dirigía al panteón, para colocar en la tumba en donde yacía su madre, las más fragantes y perfumadas flores; esa tarea la efectuó a lo largo de muchos años, hasta que murió atropellada por un auto veloz, el que no detuvo su marcha acabando así con su existencia.

En la actualidad las aguas fresqueras desaparecieron del centro de la ciudad, habiendo solo una de nombre Lourdes, nieta de doña María García quien por muchos años realizó esta tarea. Actualmente si se quiere disfrutar de una agua de frutas debe irse al mercado “Leyva Mancilla”, en donde aún se puede encontrar.