Ciudad de adobe y teja

 

Por Chanssonier

 

A diferencia de otras muchas ciudades del país, sobre todo en la parte norte, se levantaron construcciones las que daban a entender la buena posición económica de sus propietarios; además en esa parte los temblores son de hecho desconocidos, lo que permitió un buen desarrollo urbano, del que siempre se careció aquí precisamente por los continuos sismos, buena parte de ellos funestos para sus habitantes.

Desde siempre las casas fueron fabricados con adobes, en tanto los techos eran de teja; en las orillas las viviendas tenían paredes de chinantle y tejados de palma, que por su ligereza eran pocos los daños que sufrían. Aun cuando el temblor ocurrido la madrugada del 28 de julio de 1957, ocasionó el desplome de numerosas casas, tuvo su aspecto positivo porque para levantar las nuevas edificaciones, se dejó atrás el adobe y la teja substituyéndolos con enorme ventaja por el hierro, el cemento y el ladrillo; además puertas y ventanas que eran de madera, fueron relevadas por el vidrio ofreciéndoles un mejor aspecto.

Esto conllevó a la desaparición del adobe, que poco a poco dejó de fabricarse; aconteciendo lo mismo que la madera, utilizada para sostener los hechos. Para hacernos recordar tiempos que se fueron, en diversos lugares del centro de la ciudad, aún están en pie algunas casas con techos de teja, cuyos propietarios las han dejado así por muy diversos motivos.

Hasta antes del temblor de 1957 la mayor parte de las casas eran de adobe y teja; en el centro de la ciudad así estaban los domicilios de don Egidio de la Fuente, los hoteles Treppiedi, Bravo y México. La avenida Guerrero la más importante de la población las casas estaban hechas delos materiales ya dichos.

Podían contarse con los dedos de las manos las modernas edificaciones. Hoy se vive en un lugar distinto al de antes; esto ha llevado a la desaparición de personajes como los adoberos y tejeros, que son ahora una mera referencia. Todo sea por el progreso.

 

65 años de dar servicio

 

Una placa colocada en la pared del que fue edificio del Tribunal Superior de Justicia, hace recordar que en el año de 1950, el gobernador del estado general Baltasar R. Leyva Mancilla, inauguró el sistema de agua potable de Omiltemi; la obra era de necesaria utilidad debido al desarrollo de la  ciudad, que crecía de manera acelerada.

Hasta entonces la población consumía agua de los manantiales de Ocotepec, los cuales habían sido rebasados en su entrega del vital líquido.

Al buscarse nuevas fuentes de abastecimiento, se optó por traerla de Omiltemi que vendría por gravedad, ahorrándole al gobierno una buena suma de dinero.

A tantos años de haber entrado en operación este sistema ha empezado a disminuir su entrega. Cuando ambientalistas se dieron cuenta del problema, lo hicieron del conocimiento de las autoridades forestales, quienes lejos de detener el derribo de árboles, para la preservación de los mantos freáticos, simplemente se dieron por enteradas sin ordenar la suspensión de las tareas silvícolas.

Desde hace algún tiempo Omiltemi envía poca agua; eso se advierte porque los “piperos” cada día son más, lo que da a entender la grave situación que exista, aun cuando para las autoridades municipales aquí nada pasa.