Sadyhel Astudillo

 

Este fin de semana festejamos el Día del Niño. Todos y cada uno de nosotros, sin importar la edad, sexo, religión, ocupación etc., siempre estaremos en contacto directo con un niño, además de ello, hace un par de año o quizá, hace un par de décadas, nosotros también fuimos niños.

Cada una de las etapas por las cuales atraviesa el ser humano tienen un encanto a su manera; sin embargo, la niñez está rodeada de un encanto especial, es un periodo que en su momento se siente largo e interminable pero que, cada vez que lo recordamos se va volviendo más breve.

Es una faceta de incredulidad ante la vida, creíamos en seres místicos, en los magos, en lo héroes, creíamos que las espinacas nos podían volver más fuertes y que dejando nuestros dientes de leche bajo la almohada un pequeño ratón se lo llevaría a cambio de dinero.

Queríamos hacer todo y a hacerlo al mismo tiempo: jugar, correr, comer, aprender, ver, visitar, desvelarnos, salvar el mundo y, al terminar el día regresar al regazo de nuestros padres para que nos arroparan y durmieran. Pero, entre más y más actividades queríamos realizar, más y más rápido nos vencía el sueño. Y por la noche, temíamos el pasar nuestras primeras noches solos, nos preocupaba el no levantarnos a tiempo para ir a la escuela, o que, saliera debajo de la cama el monstruo al cual nunca nos atrevimos a encarar.

En fin, son tantos recuerdos, emociones, sabores, miedos, anhelos, que si nos pusiéramos a recordarlos todos, estoy seguro que más de una vez se pintaría una gran sonrisa sobre nuestro rostro.

Pero ahora nos toca preguntarnos ¿Qué pasaría si nuestro yo de cuando teníamos doce o menos años, se sentara a platicar con nuestro yo actual? ¿Se sorprendería de lo que hemos logrado? ¿Estudiamos lo que queríamos estudiar? ¿Logramos ir al cine con la niña o niño que nos gustaba? ¿Se dio cuenta papá de que nosotros rompimos la maceta de la entrada? ¿Ahorramos lo suficiente para comprarle ese regalo a mamá que siempre veía en la tienda? Y la pregunta más importante de todas: ¿Soy más o por lo menos igual de feliz que en aquel entonces? Espero y todos nos respondamos que sí.

Es realmente bello tener nuestra infancia presente, recordar quienes fuimos y como hemos madurado con el tiempo. Darnos cuenta si hemos hecho sentir orgullosas a las personas que nos rodean y si, al terminar el día, caemos rendidos en la cama esperando con tantas ansias el amanecer como de niños esperábamos que fuera nuestro cumpleaños. La niñez quedó atrás y nunca regresará, disfrutemos el recordarla, sigamos atesorando esos recuerdo, pero también aprovechemos para reflexionar y darnos cuenta de si todos estos años han rendido fruto y hemos logrado satisfacer a nuestro niño interior, en caso de no ser así, nunca es tarde para comenzar a hacerlo.

Aprovechemos también estas fechas para darle un fuerte y amoroso abrazo a los niños que tengamos a nuestro alrededor, demostrémosles que pueden confiar en nosotros y que les ayudaremos a llegar a nuestra edad de una manera igual o más plena que como a nosotros nos tocó crecer.

Recordemos que cuando vemos a un niño no solamente estamos viendo un reflejo de como fuimos nosotros, también estamos frente al futuro, porque cuando a nosotros nos toque el retiro, ello se encargaran de las nuevas generaciones. Procuremos pues, nuestro bien, el de nuestros pequeños y por añadidura y ejemplo, ellos se encargaran de los que vienen.

¡¡Feliz día del niño a todos, chicos y grandes por igual!!!

letrasadyhel@outlook.com