El barro cayó en desuso
Por Chanssonier
En la actualidad el uso del barro ha desaparecido prácticamente, cuando antes era obligado en las cocinas. La modernidad lo tiene en gran rezago; en el pasado casi todo lo que se cocinaba era de este frágil material, diciéndose que quien cocía los alimentos en ellos era mejor su sabor.
Hasta no hace muchos años que las cocinas eran de humo, la mayor parte de los alimentos se condimentaban en barro.
La población de Zumpango del Río tuvo merecido reconocimiento, porque en ese lugar se fabricaban las mejores ollas para la confección del pozole, al igual que cazuelas para degustarlo, cántaros para el agua, o bien jarros para saborear un agradable café.
Primero los trastos de aluminio y peltre, más adelante la aparición del plástico, ocasionaron que el barro poco a poco dejara de utilizarse; en la actualidad solo las pozolerías, se resisten a substituirlo asegurando es más sabroso.
También en Tixtla hubo numerosos artesanos, que se dedicaron a fabricar artículos de barro; los comales fueron en su género los más solicitados. Actualmente como en el caso de Zumpango del Río, son pocas las personas que aún se dedican a trabajar el barro, el cual cada día que corre son menos.
En el gobierno estatal existe un instituto de cultura, que tiene como misión preservar nuestras tradiciones. Impulsar el uso del barro debería ser una de sus tareas, rescatando del olvido una actividad que en tiempo aun lejanos, era el sostén de numerosas familias.
Desaparecieron todos
Hace tiempo dejó de escucharse la voz, de quienes vendían marcos y vidrios para los retratos; desde temprano era común oír como varias personas recorrían las calles voceando su mercancía. Los vidrios para los retratos pequeños costaban diez centavos, teniendo el mismo valor los maros de madera. Con su pesada carga sobre los hombres iban de aquí para allá, en busca del cliente que quisiera sus servicios; si se trataba de retratos familiares, los que por lo general estaban colocados en las paredes, la substitución del marco que era por lo general de madera, se llevaba a cabo dentro de los domicilios de los solicitantes.
Quienes se dedicaban a esta actividad, de manera sigilosa se fueron perdiendo del panorama citadino, hasta desaparecer para siempre con el establecimientos de negocios, que ocasionaron que aquella sea en la actualidad, solo una agradable referencia.
Posiblemente aun vivan personas, quienes alguna vez solicitaron los servicios de algún soldador ambulante, quien por determinada cantidad de dinero, soldaba utensilios de cocina ya fueran de acero, cobre, peltres latón y otros metales. Estos trabajadores llevaban sobre la espalda anafres con carbón ardiendo; para no sufrir alguna quemadura se protegían con telas impermeables. Desde hace por lo menos siete décadas estos modestos trabajadores, desaparecieron del panorama, dejando solo su recuerdo.
Venta de pan dulce
Actualmente no hay quien venda pan dulce en las calles, solo se comercia con bolillos. Hace años con sus canastones sobre la cabeza, estos vendedores recorrían la ciudad ofertando su producto. Las numerosas panificadoras existentes acabaron con ellos.