¿Truena Evodio Velázquez en Acapulco?

 

Felipe Victoria

 

El PRD agonizante por la desunión e indisciplina de sus corrientes y tribus, como quiera logró hace medio año poner al frente del feudo acapulqueño a un carismático treintañero porque dos juniors no pudieron ser candidateados.

Entonces los acapulqueños quedaron a merced del inquieto y rijoso “chamaco” economista de la UAGro que debutaría en un cargo administrativo importante, pero sin equipo cercano apto para esos menesteres

Evodio Velázquez llegó sin asesoría de gente capaz y experimentada, que no lo dejara desbocarse como en estampida de caballos de carreras, que lo sosegara y mesurara para dar pasos firmes en un trote adecuado para aguantar la travesía.

A ninguno de su séquito se le ocurrió que Evodio debía gobernar primero para los acapulqueños, que son quienes a futuro pudieran votar por él; lo encaminaron febrilmente a buscar reflectores apapachando visitantes para hacerse publicidad en algo que apesta a precampaña.

Comer vísperas y lumbre a puños siempre ha sido muy indigesto y a medio año de su arribo al Palacio Papagayo, ya deben estarle haciendo estragos las agruras y los empachos.

Confió su manejo de imagen en un muy su cuate cercano, que confundió la gimnasia con la magnesia; que con su arrogancia prepotente cavó un abismo anímico con la prensa auténtica de la que de veras informa y forma opinión, creyendo que con las avispas del enjambre sería suficiente para conseguir lisonjas y loas aplaudiéndole cualquier ocurrencia insignificante al alcalde.

Pedro Mendoza Guevara manejó a su representado cual vedette de antros aldeanos, no como debiera ser con un presidente municipal respetable, honorable y confiable, por lo menos en apariencia.

Por meter en su gabinete gente de chile, dulce y manteca le comenzaron a tumbar apócrifos y reprobados en controles de confianza, pero lo grave fue que igual le asesinaron colaboradores por no cumplir ciertos compromisos muy oscuros con la maña que lo apoyó en campaña.

A los chamacos no debe dejárseles jugar con fuego ni con armas, menos permitirles hacer su voluntad pues traen la cabeza en castillos sobre el aire. Se sueñan en otras posiciones a futuro y descuidan la que tienen, prendida con alfileres pues no fue comprada por plazo obligatorio para el pueblo.

Para acabarla de amolar, el ahora atribulado alcalde porteño sin darse cuenta fue acumulando una cauda de dislates y pronunciamientos jocosos y enojosos, pero además la conducta sospechosa de algunos voraces colaboradores ambiciosos y deshonestos lo pone en predicamento.

El gobierno estatal ha sido respetuoso de la autonomía municipal, el prudente gobernador Héctor Astudillo ya tiene bastantes problemones delicados en la entidad, como para ponerse a hacer lo que le corresponde al alcalde; lo malo es que a fin de cuentas no puede deslindarse pues resulta salpicado.

Convivir en esas condiciones es muy desagradable y la paciencia a veces se agota, pero peor la de niveles federales que han sido enfrentados y contradichos por alguien que solo sabe armar broncas.

Como chamacos alucinados dentro de una juguetería, al estilo escuelas Montessori, los personajes impuestos de diferentes corrientes y pandillas hacen su regalada gana en las áreas que les concesionaron, en pleno avorace mientras les dura la chambita y se enriquecen.

Evodio Velázquez, con legítimas aspiraciones respetables, cometió el error de treparse al mundo de los sueños en espera de reelegirse en 2018 y lanzarse a la gubernatura en el 2021, pero se le subió entonces la calabaza a la cabeza y no entiende razones.

“Su feudo” está ardiendo ya también en la franja turística blindada y los lugares que frecuentan los visitantes nacionales y extranjeros dejaron de ser seguros y agradables, algo inusitado porque antes de Evodio funcionó aceptablemente el pacto de que nada desagradable ocurriera en la Costera ni en las playas; ahora los fraccionamientos lujosos como Costa Azul, ya también parecen sets de películas policiacas y ni los benditos Table Dance respetan, o las marisquerías de buena calidad cercanas a la Avenida Miguel Alemán, ni restaurantes sobre la playa.

Pero el iluso envanecido alcalde sale con que la seguridad no le corresponde. No cabe duda que el pez por su boca muere y eso a nivel Bucareli es una gota que derrama el vaso, pero para los asustados habitantes de Acapulco es como una mentada de madre con burla.

Que conduzca él mismo su vehículo y se atreva a andar sin escolta para él y su familia a ver si como ronca duerme; es necesario que se baje de las nubes y recuerde lo que es andar sobre el mundano piso del pueblo al que está obligado a servir con humildad, honestidad y sencillez de puertas abiertas.

Recientemente le llegó alguien experimentado y capaz a la coordinación de asesores casi en calidad de restaurador de daños: Alberto López Rosas, experto en superar adversidades; igual en el campo áspero de prensa ya está José Luis Méndez Rodríguez para hacer lo que se debe hacer con los medios y comunicadores, pero “desfacer entuertos” es de Quijotes.

Serenidad y templanza se requieren en estos aciagos días, la paciencia popular anda muy escasa ante la fe y esperanzas defraudadas por expectativas fallidas en Evodio Velázquez Aguirre. ¿Tendrá salvación?