El Maestro Altamirano

 

Por Chanssonier

 

Uno de los hombres más distinguidos en la segunda mitad del siglo XIX, fue sin lugar a dudas el Maestro Ignacio Manuel Altamirano, quien se destacó en diversos campos de la vida. Era cónsul de México ante el gobierno de Francia, cuando aconteció su muerte que ocurrió en San Remo, Italia, el 13 de febrero de 1893, habiendo ido a ese lugar, con la esperanza de recuperar su salud que guardaba un grave quebranto.

De origen indígena sus apellidos los tomó de los patrones de sus padres, quienes fueron quienes lo enviaron a la escuela, al darse cuenta de sus ansias de conocimiento. Terminada la primaria su padre lo acompañó a Toluca, para ser inscrito en el Instituto Literario de esa ciudad. Años más tarde cuando fue director de ese mismo plantel, ocurrió un hecho que ocasionó desconcierto.

Cuando llegó al instituto de Toluca para ser inscrito, su padre pretendió sentarse en una silla en espera de su turno; al quererlo quien estaba en un escritorio le gritó: “aquí no se sientan los indios”. Con el correr de los años don Ignacio llegó a ser director de ese centro de estudios. Estaba conversando con algunos alumnos, cuando vio llegar aquél nombre que había insultado a su progenitor, repitiéndole las mismas palabras. Fue entonces que les contó lo sucedido, manifestándoles que ese mismo sujeto había prohibido a su padre tomar asiento, agregando que solo devolvía sus palabras a quien tan duramente trató a su progenitor.

En la persona de Altamirano se conjugaron actividades diversas, habiendo sido un magnífico literario, como lo demostró en sus libros “La Navidad en las Montañas”, “El Zarco”, “Clemencia” y tantos otros, siendo además un fogoso orador parlamentario, periodista de gran renombre y soldado al servicio de la patria, peleando valerosamente en contra de las tropas francesas, que sentaron en el trono de México al emperador Maximiliano, cuya osadía más tarde la pagaría en Querétaro, frente a un pelotón de fusilamiento.

Altamirano e Ignacio Ramírez son considerados por la crítica literaria, como los dos más significativos intelectuales de la segunda mitad del siglo XIX, inclusive el primero alentó la población de varios periódicos, sobre todo con contenido literario, en donde dio a conocer parte de su acervo cultural.

Debido a su alto coeficiente cultural, el gobierno del presidente general Porfirio Díaz Mori, lo envió a Francia en calidad de cónsul; debido a una grave ictericia que lo había minado físicamente, se le recomendó establecerse en un lugar en donde su enfermedad pudiera encontrar mejoría; por desgracia no fue así, muriendo en San Remo, Italia, en la fecha antes ya apuntada.

Para recordarlo, en Tixtla su solar de origen, se lleva a cabo la Semana Altamiranista que recién acaba de empezar.

 

Fusilamiento de Guerrero

 

Frente a un pelotón de fusilamiento, terminaron los días del general Vicente Guerrero (Saldaña), ocurriendo tan lamentable suceso el 14 de febrero de 1831, en el poblado de Cuilapan, Oaxaca. Guerrero se sumó a las fuerzas insurgentes, enseguida que el jefe de ellas el cura Morelos se apoderó de la plaza.

Muertos los principales jefes de la lucha independentista, en el sur del país solo Guerrero alentaba la llama de la libertad.

En Iguala se reunieron las fuerzas realistas y las insurgentes, integrando el Ejército Trigarante, naciendo con su fusión la bandera tricolor.

Por maquiavélica trama del ex realista Anastasio Bustamante, Guerrero fue preso y más tarde fusilado, terminando así la vida del consumador de la independencia.