* Walton y su soledad perdedora
* La franquicia de MC a su servicio
* Dejó un todo un tiradero en Acapulco
Jorge VALDEZ REYCEN
Si pierdes una… dos… tres… cuatro… ¡cinco veces! una elección… ¡Eres un perdedor!
Esta lógica es incuestionable, tanto aritmética como políticamente. Y Luis Walton Aburto encarna al perdedor reiterativo en las aspiraciones a cargos de elección popular –desde la alcaldía de Acapulco hasta la recientemente frustrada gubernatura de la entidad—.
Walton ha quedado reducido a un solitario competidor, dueño de la franquicia de su partido político –el Movimiento Ciudadano— manejado a su talante, antojo e intereses, y desde donde maniobra a trasfondo recomendaciones y aspiraciones de otros personajes que se desviven en la adulación al multimillonario empresario gasolinero.
Walton tronó contra Evodio Velázquez Aguirre, quien “osó” criticar el verdadero tiradero que dejó como “herencia maldita” –dix it Rogelio Ortega Martínez— en el Ayuntamiento porteño Walton y compañía. Claro que la crítica no llega a más. Quizá a la publicación en varios medios de estas “desaveniencias” y prácticas a las que nos tienen acostumbrados los politicastros de este Siglo XXI.
Comprensible es el malestar del susodicho, cuando el nuevo alcalde Velázquez le endereza puntual reclamo por el desorden y hasta malos manejos que dejó él, ni siquiera Luis Uruñuela Fey. Todos sabemos la piel sensible que tiene el multimillonario cuando se le critica y retoba.
Walton pasó a la historia como el primero y único presidente municipal de Acapulco en haber declarado en quiebra al municipio emblemático del turismo mexicano. La noticia dio la vuelta al mundo en el mes de noviembre de hace tres años, cuando iniciaba su trienio trunco. Su animadversión a su antecesor Manuel Añorve Baños era absolutamente irreductible, ponzoñosa y declarada.
No había resquicio en las tribunas públicas donde el alcalde electo por la alianza PRD-MC-PT despotricara acerca de una deuda pública multimillonaria que le heredó Añorve. Pero su cuestionamiento era producto de la hinchazón hepática y la secreción de bilis, porque fue el cabildo plural de todos los regidores los que aprobaron la licitación de obras públicas y el empréstito para su realización, lo que dejaba a Walton sin argumentos reales, sólo mediáticos de su pugna sorda.
Su tiempo en Acapulco fue gris, mediocre y displicente. Walton aspiraba a competir, una vez más, en las urnas por la gubernatura, desafiando toda lógica de que su gobierno municipal no era el más adecuado para usarlo de plataforma y como pasarela ante guerrerenses. Lo ignoró y hasta desdeñó aliarse con quienes lo llevaron a la alcaldía de Acapulco, o sea el PRD-“Los Chuchos” y el desaparecido PT. Walton llevó la penitencia de su voluntarismo compulsivo a perder, como los apostadores consuetudinarios.
La historia política de Walton es digna de ser analizada por politólogos, ya que se trata del único político que compró la franquicia de un partido político con registro nacional y se ha dado el lujo de perder elecciones, a pesar de no tener doctrina, plataforma ni ideario ideológico que lo respalde. Es el pragmatismo de la lucha por el poder, lo que mueve a este empresario en su trayectoria.
Si Evodio lo criticó, Walton montó en cólera y rápido le reviró… Como si Walton fuera un político con alta estima, reconocimiento a sus dotes de administrador y trayectoria exitosa, pulcra, generosa e inmaculada de servicio público desinteresado y de probidad a toda prueba de fuego… ¡Bah!… Nos leemos SIN MEDIAS TINTAS.