Se aperplejan con el poder
Felipe Victoria
Antes que entrarle al tema, me gustaría saber si en la capital del estado sí mantienen funcionando las camaritas de vigilancia “inteligente”, si es que las hay, pues en Acapulco nos llevamos la sorpresota de que hace mucho no hay servicio.
De buena fuente conozco que a unos les purga y a otros les da diarrea cuando sienten o creen que se les critica, en los casos donde se ven “retratados” en sus tontejadas o corruptelas.
Cuanto lo siento, pero así es esto de los sacos unitalla, que le quedan al que se los quiera poner aunque no fueran para ellos.
No se me olvida cuando el Don Javier García Paniagua, Fernando Gutiérrez Barrios y Miguel Nazar Haro, platicando con políticos que se quejaban ante ellos de algunos columnistas por escribir de sus regadas de tepache, les daban un buen consejo: “Si le purga que lo exhiban en lo que hace mal, no lo lea; aunque mejor sería que se corrija y procure hacer las paces; por lo menos hable con el periodista, aclare el asunto y conviértalo en su aliado. No se olvide que las moscas y los políticos se eliminan a periodicazos”.
Claro, era en los tiempos que la prensa impresa no faltaba en ninguna oficina, cuando el recurso más doloroso y poderoso contra funcionarios chafas era que les publicaran una carta abierta en los periódicos formales en papel y tinta.
De suyo, los mareos de poder le dan a la clase burocrática privilegiada desde antes de que les den equis o ye puestecillo, el virus del mal de Hybris flota en el ambiente y es tremendamente contagioso.
El primer síntoma de la enfermedad es que pierden la mesura, o sea la proporción verdadera de las cosas; dejan de escuchar a los demás mirándolos por debajo del hombro y los consideran seres inferiores que deben rendirle pleitesía y festinar sus ocurrencias, los que así no se conduzcan son considerados enemigos.
Los mareados con el poder pierden todo equilibrio y se les extravía el sentido común, la sencillez y la humildad, modifican sus conductas habituales convirtiéndose en prepotentes y arrogantes, creen que su palabra es la ley y no escuchan ni aceptan razones de nadie, solo lo que a ellos se les ocurra es lo que está bien.
Lo malo es que esos burócratas suelen rodearse de incondicionales subalternos que los endiosan y les endulzan los oídos, por rareza esos subordinados saben más o mejor de algo que el jefazo, por eso sus asesorías consisten en adular lo que el patrón discurra, así sea evidente que se está echando de cabeza al pozo.
Para desgracia del pueblo, esas camarillas de ineptos en el poder y en cargos donde las decisiones a veces son vitales, acarrean consecuencias funestas.
Tan solo como mero ejemplo, digamos en el área de seguridad pública: ¿conoce usted algún alcalde que haya sido policía de carrera? Yo no. Entonces cómo rayos van a decidir lo adecuado si desconocen el oficio de la seguridad pública, pero solamente escucharon que las corporaciones son la caja chica y hay que “dejarse querer” para que el cajoncito se les llene.
De cómo cumplan combatiendo a la delincuencia o protegiendo a la ciudadanía, les viene valiendo madres, al cabo ellos y sus familias sí están abundantemente custodiados sin que les cueste; pero eso sí, hay que mantener a raya a los periodistas criticones y ponerlos del lado de los opositores y enemigos, sin derecho a audiencia ni al saludo.
Mientras los del grupito selecto se encargarán de magnificar las ocurrencias, endiosando al político y publicando loas, y hasta que ni las flatulencias les huelen y son seres enviados por el Creador a la tierra para redimir al pueblo.
Rara vez caen en la cuenta que el perverso juego cuando más les dura por el tiempo que se mantengan en el cargo mientras brincan otro peldaño; si lo logran se salvan, si no, les va como en feria y ya sin mando cualquier perro flaco los mea, mientras donde quiera les hacen gestos.
Alguna vez debería checarse con absoluta honestidad y verdad el patrimonio con que arriban a un cargo público y lo que acumularon durante su desempeño; son muy raras las aves que cruzan el pantano sin enlodarse las plumas, pero para acabarla de amolar a los que salen igual que como llegan, estilo Juan R Escudero, los tildan de tontos; qué honrosa medianía de Juárez, ni qué las hilachas, si este mundo es de los audaces y el que no transa no avanza.
De quienes van logrando llegar a la cima, es difícil encontrar alguno que ascendiera sin padrinazgos y por puros méritos reales; aprendieron a caminar en la cuerda floja sin caerse y a conservar el equilibro, aunque anden mareados con el poder.
Sí, a veces tropiezan pero aprenden a levantarse y seguir andando hacia sus grandes metas, lo desagradable es que nunca saben cuando parar ni retirarse y cuando se aferran de pronto los tumban.
No existen en el mercado antídotos contra el mal de altura ni vacunas contra el Hybris en las farmacias, por eso vemos a tanto enajenado alucinando con los mandos efímeros y la nostalgia del poder los enloquece.