Temas cotidianos

Por Félix J. López Romero

 

Falta poco para un estallido social; nadie para la violencia

 

La violencia comienza a tener carta de naturalización en la entidad; no hay día que pase que la prensa no dé cuenta puntual, de todo lo malo de lo que ocurre, lo que se combate con tibieza por los distintos cuerpos policíacos, que han sido rebasados en su lucha por ofertar paz y tranquilidad a la que tiene derecho la población.

El recién pasado 12 de octubre esta ciudad, quedó prácticamente en manos de marchistas de diversas organizaciones; el magisterio disidente agrupado dentro de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación en Guerrero (CETEG), paralizaron todo género de tareas que realiza la población. En esta ocasión lo efectuaron en rechazo a regresar a las aulas, ante la advertencia que quien no lo haga, sería sancionado con descuentos y la pérdida de la plaza, de continuar en su postura belicosa; a los normalistas egresados se le podrá negar la plaza, por exigir lo que se les puede otorgar de manera pacífica.

La violencia que se vive no es de ahora, si no que se arrastra de unos años a estos días; cuando se hizo cargo el académico Rogelio Ortega Martínez del gobierno estatal, la violencia ya era patente mirándose crecer por falta de apoyo del gobierno federal, que a su vez se ha visto impedido de actuar, porque las comisiones de derechos humanos proteger a los depredadores, en lugar de hacerlo con la población que queda a merced de quienes la agreden.

Asesinatos inclusive de políticos, secuestro de niños con fines de extorsión, asaltos y tantas cosas más, son cuestiones ordinarias. Este es el panorama que encontrará Héctor Astudillo Flores, quien el próximo 27 de este mes, substituirá en la gobernación del estado a Ortega Martínez. Como están las cosas la seguridad pública debe ser un renglón de prioritaria atención, para retornar a los días tranquilos del pasado.