* Astudillo, consternado, deplora la violencia

* Condena unánime a la espiral de muerte

* Minoría contestataria, sin apoyo social

 

JORGE VALDEZ REYCEN

 

–Estamos expuestos todos –así resumió el gobernador electo de Guerrero, Héctor Astudillo Flores, la espiral de violencia que ha dejado en los últimos días muchas muertes. Consternado, vivamente impresionado por el momento delicado que vive el estado, el próximo jefe de las instituciones políticas deploró esa violencia y lanzó una reflexión: “en cualquier parte del mundo, no se puede pensar ni aceptar que matando a la gente se puede salir adelante”, subrayó.

Astudillo reconoció que el desafío de revertir esta violencia absurda, demencial, constituye para los tres órdenes de gobierno la necesidad de reajustar las políticas públicas en el rubro de justicia y seguridad.

En menos de 15 días tomará las riendas de una entidad lacerada, agobiada por el clima de zozobra, inestabilidad y movilizaciones de grupos contestatarios que no aportan nada, salvo abonar a la crispación e irritación social. Triste es, en verdad, la situación por la que atraviesa nuestra entidad.

Todos los sectores sociales –los representantes de las instituciones religiosas, comerciantes, transportistas, empresarios, inversionistas, trabajadores turísticos, etc.—, han hecho eco del hartazgo que representa ser testigos de balaceras, muertes, pánico en cualquier calle, de cualquier ciudad. Estamos frente a un problema totalmente fuera de control, que afecta directamente a todos, sin importar condición ni clase social.

A Guerrero lo han dejado solo con sus demonios. Esa es la percepción generalizada. Y no se tiene un punto de partida para repensar en qué se ha fallado, ni cómo hemos llegado a este punto de quiebre.

El mediodía de este lunes 12 de octubre, estaban sentados en las jardineras de la plaza central de Chilpancingo, junto a la sucursal Santander, un grupo de hombres y mujeres. Traían banderas rojas, atadas a garrotes. Una de esas la atravesaron en la puerta y pintarrajearon la fachada del banco con consignas ajenas a su forma de vida rutinaria. Allí les dijeron que se apostaran y así lo hicieron.

Alguien soltó un toro por la calle. Lo azuzaba a embestir a peatones. La policía iba y venía por las calles adyacentes al antiguo Palacio de Justicia, en el zócalo. Era la estampa del viejo juego del gato y el ratón. Juegos de poder, de burla y de hartazgo.

Una minoría volvió a secuestrar, como lo ha hecho en once meses, de manera impune, altanera y soez. No hay gobierno, es un terrible vacío, seguramente porque el señor gobernador padece de colitis y se le agudiza cuando enfrenta la realidad. Prefiere no ver, no oir.

Es la negación del ejercicio del poder. Es la suma de todos los encabronamientos, de todos los miedos y todas las falsedades.

Si la simulación es la constante, la impunidad es la madre que la cobija. Y cuando desemboca en el caos no hay letras que se articulen para detener esta entelequia llamada autoridad y su principio queda maltrecho, como las insignias que portan los uniformados tras escudos, cascos y macanas.

Se vive el día con pasmosa cobardía. Los más, no quieren más problemas de los que ya los agobian en casa, sin empleo o a veces sin comer.

–Todos estamos expuestos –lo dijo Astudillo, a menos de 15 días de protestar como gobernador constitucional del estado libre y soberano de Guerrero.