Epigrama

Por El Suplente

Ante la cercanía de su relevo, el gobernador Ortega Martínez desea entregar una administración laborando a buen ritmo.

La cosa es calmada;
así con anticipación
trabaja con emoción,
teniéndola arreglada.

 

Silueta

El ciclón Paulina

 

Por Chanssonier

 

Una de las grandes tragedias que ha vivido el puerto de Acapulco, ocurrió el 9 de octubre de 1997, la cual dejó como saldo 280 muertos y una cantidad interminable de heridos, al igual que unas 200 personas desaparecidas, así como daños materiales incalculables. Por aquéllos años no existían cuerpos de protección civil, quienes hubieran alertado a la población sobre una grave tragedia que estaba por venir.

Antes de ocurrir la más cruel tragedia de los últimos años, los acapulqueños hacía una vida normal; nadie imaginaba los gravísimos daños que ocasionaría. El turismo se recreaba en las playas, o bien en las albercas de los hoteles; la población porteña realizaba sus labores cotidianas, sin pensar que algo malo pudiera ocurrir, porque periódicamente el mar les ocasionaba sustos y mortificaciones que no iban más allá de eso.

Desde un día antes de suceder la tragedia, el cielo empezó a enrarecerse como si fuera el presagio que algo malo podría ocurrir. El servicio meteorológico era escaso, por lo cual no pudo alertarse a la población sobre la tragedia que estaba por venir. Ante el temor de algo muy malo, la capitanía del puerto ordenó que todas las naves fueran atracadas, aun cuando la población en lo general no recibió aviso alguno, de la tragedia en ciernes.

Al registrarse el ciclón su furia destructora, golpeó sin piedad a colonias asentadas en el anfiteatro de la bahía de Santa Lucía; la lluvia que caía a cántaros hizo crecer los ríos, que se llevaron casas y a quienes las habitaban. Conocido lo ocurrido en Acapulco, el presidente Ernesto Zedillo interrumpió una gira que realizaba por diversos países de Europa, retornando rápidamente a México y trasladándose enseguida a Acapulco, en donde constató los gravísimos daños ocasionados por “Paulina”, dictando disposiciones para reconstruir los gravísimos daños. Con él estuvo el gobernador Ángel Aguirre Rivero, brillando por su ausencia el alcalde porteño, de quien se dijo andaba de paseo en Los Ángeles, E.U. Días después fue obligado a dejar el poder por irresponsable, substituyéndolo Manuel Añorve Baños.

Desde “Paulina” han trascurrido 18 años, siendo parte dolorosa de la historia acapulqueño.

 

El tornaviaje de Urdaneta

 

Hasta antes que lo hiciera el fraile Andrés de Urdaneta, nadie que hubiera salido de la Nueva España, para trasladarse por la vía marítima a Filipinas, había podido realizar su retorno, siendo por eso que quien iba al oriente, escogía otra ruta para efectuarlo.

El 8 de octubre de 1565 el religioso Urdaneta retornó a Acapulco de Filipinas; se había embarcado en la Nao San Pedro en la Barra de Navidad, logrando lo que antes nadie lo había hecho.

En su juventud De Urdaneta había sido marino, recorriendo el mundo en sus diversos mares, capacitándolo para ser considerado uno de los mejores de su tiempo. Cansado de sus andanzas quiso tener una vida de paz y tranquilidad, por lo cual se enclaustró en un convento de la ciudad de México para encontrarse con Dios.

Estaba en la meditación cuando por disposición del virrey, se le sacó de su espiritual encierro, para ponerse al frente de la Nao San Pedro, con el propósito de hacer el tornaviaje de Filipinas, que hasta entonces nadie había podido realizar, lo cual llevó a cabo regresando enseguida al claustro, en donde años más tarde entregó su vida al Creador.

En Acapulco existe una calle que perpetúa su recuerdo.