En el mejor clima. Por Elino Villanueva

Que la Secretaría de Turismo y el Gobierno del estado confirmen y reiteren que el Tianguis Turístico en su edición 2024 se realizará en Acapulco, como una forma de recuperar el papel protagónico de nuestro bello e histórico puerto, después del embate del huracán Otis, el 24 de octubre, es acertado, excelente, pero se está incurriendo en la misma serie de errores que provocaron la catástrofe.

​Si la ocurrencia del huracán Otis ya se convirtió, sin duda, en el otro extremo de las situaciones desastrosas en la Historia de México, por la comisión de toda una cadena de omisiones e insuficiencias (el otro es el ciclón Liza, de hace 47 años), la tragedia tiene que servirnos para modificar esquemas, cambiar paradigmas, y no a crear condiciones para que otro fenómeno hidrometeorológico de iguales o peores dimensiones vuelva a causas una calamidad. Cuidado con lo que hacemos.

​Lo que hemos estado escuchando es que el Gobierno le meterá mucho dinero a Acapulco y emprenderá acciones para que el puerto esté de nueva cuenta de pie y en condiciones óptimas para diciembre, y no se diga para abril, cuando se realizará, del 8 al 12, el Tianguis Turístico 2024, que como siempre reunirá a lo más granado de contratistas, agentes y promotores de negocios del mundo en el sector turístico, del que por México ha sido Acapulco un símbolo, el más grande.

​Pero las intenciones se enfocan a que los espacios turísticos emblemáticos, la costera, por ejemplo, de nueva cuenta luzcan bonitos y atraigan las corrientes de paseantes del mundo, mas no acciones que impliquen acabar con desigualdades, combatir la inseguridad, recomponer el tejido social y evitar hechos vergonzosos, denigrantes, como la rapiña, el saqueo, tal cual sucedió en la emergencia.

​Lo que, es más, no se observan planes para adquirir radares y equipos de detección de ciclones tropicales, la compra de aviones caza huracanes que permitan llevar el seguimiento oportuno de la generación, comportamiento y trayectoria de los meteoros, a fin de tomar con tiempo las medidas pertinentes para prevenir riesgos y tratar de atenuar los daños en las vidas y en los bienes de los ciudadanos, para que no ocurra lo que sucedió, al menos no en la dimensión que vimos.

​El desastre sería, además, una oportunidad incomparable, justo para repensar el modelo de Turismo que representa Acapulco, en una crisis severa desde hace décadas que parece interminable, y promover con seriedad el Turismo Alternativo, el Ecoturismo, por ejemplo, para retomar lo que siempre hemos impulsado desde el Parque de Educación Ambiental Granja Amojileca. ¿Es mucho pedir? Sí, pues.