MIRADA INTERIOR | Por: Isaías Alanís

Desde la conquista, la historia se ha doblegado al poder. Los mexicanos fueron vistos bajo un esquema medieval. Los dioses eran demonios y no fuerzas de la naturaleza, y los propios cronistas indígenas, dominados por la religión y el pensamiento oscurantista de entonces, escribieron sus crónicas de acuerdo al modo de pensar occidental y no desde el corazón de los pueblos originarios de México, y con el pensamiento bipolar dominante del imperio mexica-español. Los indios que eran encontrados adorando a sus dioses, merecían la hoguera y la expropiación de sus bienes, en caso de tenerlos. 

La Nación Mexicana, sucumbió ante los cañones, las balas, la espada y la cruz.

Ese martirologio cultural dominante, reino bajo la tutela de grupos que conformaron las élites del poder. Del Huey tlatoani, al rey de España y a los virreyes. De estos a una élite dominante que marchó hacia la independencia para proteger sus intereses.

La nación independiente con la que soñaron Hidalgo y Morelos, terminó en un recambio de élites hacia la instalación de la República. Y de ahí p’al real, la élite de poder continuó reinando disfrazada de republicana, que entregó mas de la mitad del territorio gracias a la invasión gringa y a los intereses de la élite del poder con los bárbaros del norte. Se afianzó con el porfiriato, y cruzó las líneas de los verdaderos revolucionarios como Zapata y Villa, y se instaló en el poder al asesinar a Madero y Pino Suarez.

Los gobernantes representa una elite de poder muy importante, porque son el eje de una nación, pero su relación con las otras elites, en momentos trágicos la pervierten y la convierten en cómplice o socio de los poderes económicos tal y como lo señala Verónica de la Torre Oropeza en su estudio “Las élites del poder en México. Una exploración crítica de la literatura entre las décadas de 1970 y 1990”.

“Respecto a la clase empresarial, se entiende por esta, principalmente en términos económicos, al número, extenso en todos los niveles, de empresarios, propietarios, agroexportadores y comerciantes. Dentro de esta clase, la élite económica la conforman una o más fracciones que constituyen el círculo pequeño de poderosos empresarios, industriales y banqueros del país con acceso a y representantes en el poder político. Ambas élites, de acuerdo con Wright Mills (1987), son la élite del poder, cuyos intereses se empalman o convergen. En apariencia, las élites están cohesionadas ideológicamente, y luego potencialmente desunidas entre sí y entre sus fracciones cuando se avizoran amenazas a su posición de poder individual o de grupo. Son relevantes en la medida en que sus acuerdos y decisiones en materia de políticas públicas afectan la vida de millones de personas. Así, por ejemplo, la estructura de poder creada por el Ejecutivo en consonancia con la élite del poder económico consiguió que en México un proyecto de la envergadura del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) saliera adelante. Como lo han destacado otros estudios, alrededor de estos círculos de poder existen grupos a favor de las élites del poder en turno que inciden e inclusive colaboran en el sostenimiento y legitimación de dicho poder. Este grupo heterogéneo lo conforman intelectuales, académicos, religiosos, líderes de opinión pública, los propios medios de comunicación de mayor influencia dentro de una sociedad y hasta celebridades, como Mills ya había referido en su libro antes citado”, (1987, pp. 74 y ss.).

Bajo esta afirmación de una estudiosa, el sentido común nos hace comprender que la actual consigna de que México es un país dividido, es una farsa. Claro que México es un país dividido entre pobres y ricos, marginados y pueblos originarios sometidos, saqueados sus recursos y mandados al infierno de la pobreza. Durante la colonia se excluyó a los pueblos originarios, existieron más de setenta lenguas. Pueblos arrasados y olvidados por la historia. ¿Ahí comienza ha fragmentarse el país hasta llegar a la situación actual?

No solo los pueblos originarios, también la población rural durante la industrialización del país fueron abandonados por el modelo económico neoliberal de las élites desarrollado en el norte de México y copia del modelo norteamericano racista y ajeno a la realidad de millones de seres humanos que viven en la edad media del republicanismo a la mexicana. Para tener una idea de la división existente en México, el INEGI reportó en 2032 que los “pobres pasaron de 51.9 millones a 55 en el 2023. Estamos hablando del 41.9 y 43.9 de la población actual”. 

Mientras que las élites del poder las conforman un sector que se opone a cualquier cambio: “La población de millonarios en México superó sus niveles prepandemia al alcanzar un total de 318 mil individuos con una riqueza de más de 1 millón de dólares, comparado con los 274 mil registrados al cierre de 2019, y la expectativa es que este dinamismo se extienda hasta alcanzar los 566 mil millonarios, un incremento de 78 por ciento hacia el 2026, lo que ubica al país como uno de los (sic) de crecimiento más acelerado en los próximos años entre las economías emergentes, estima Credit Suisse”. En comparación con Brasil que es “el país con mayor índice de desigualdad de la riqueza en América Latina con un nivel de 89.2 puntos en el coeficiente de GINI de riqueza, en México se mantuvo casi sin cambio a 80.4 desde 80.6 puntos”. (Leticia Hernández, EL Financiero/ septiembre 21, 2022)

Lo que representa que la división de los mexicanos, no es solo en el orden mediático, es real. De ahí que la inequidad en la distribución del ingreso es elevada y persistente. Esto se debe a que la: “desigual distribución del poder, expresada en la riqueza extrema y el control operativo del sector empresarial, por una parte y por otra parte, que cambiar regímenes políticos tiene efectos limitados en la desigualdad de la distribución del ingreso. Aun cuando los gobiernos, ya sea de regímenes democráticos o autoritarios, se propongan disminuir la desigualdad, están sometidos a la “dependencia estructural del capital”, en tanto deben tomar en cuenta el juego entre redistribución y crecimiento. Las élites enfrentadas a la posibilidad de perder sus propiedades ahorran e invierten menos”. (Przeworski y Wallerstein, 1988)”. (Opus cit).