David Martínez Téllez
Ignacio Aguirre fue un militar y político popular entre los mexicanos.
Una manera de medir esa popularidad era una presentación en la plaza de toros.
Me refiero a un episodio político y novelado de Martín Luis Guzmán en el libro La Sombra del Caudillo.
Los nombres en la novela se refieren a Francisco Serrano y a Plutarco Elías Calles. Este último llegó a la presidencia y Serrano fue ultimado en Huitzilac, Morelos.
El presidente era Álvaro Obregón y ya estaba en camino su sucesión presidencial.
Era la colita de la inestabilidad política en México; la cual estuvo a punto de conservarse por la reelección del manco de Celaya. Pero su asesinato en el parque conocido como la Bombilla al sur de ciudad de México, cesó la reelección, tema que se suponía estaba cancelado. Pero con Obregón afloró su sentimiento caciquil.
Se menciona que quien cegó la vida de Obregón fue Elías Calles.
El secretario de gobierno era Plutarco y el secretario militar Francisco Serrano.
En la vida real. El candidato oficial a la presidencia lo representaba Elías Calles, y el candidato rebelde Serrano.
Francisco Serrano tenía dos debilidades. Le gustaba el trago (no era alcohólico) y las mujeres.
Dicen las mujeres de aquella época que Serrano además de ser popular era atractivo, guapo pues.
Como era muy estimado por la sociedad se atrevió a competir por la presidencia de México.
También Serrano tenía a su lado a diferentes sectores militares, así que si le impedían registrarse a la candidatura podía causar una rebeldía entre este sector y con ello despertar el tigre de las armas.
Ya en pleno tiempo de campañas Serrano fue a la plaza de toros, sólo bastó con que alguien mencionara que se encontraba entre los tendidos y la gente comenzó a sacar los pañuelos blancos. Era la señal de su enorme popularidad.
La decisión ya estaba tomada. El candidato y futuro presidente iba a ser Plutarco Elías Calles. Y la única salida política fue desaparecer a Serrano de la mejor manera que utilizaban en esos tiempos: lo asesinaron.
Aquí escribí los nombres verdaderos. Martín Luis Guzmán disfrazó los nombres reales por unos novelados. La historia narrado en formato de libro fue basada en hechos reales.
Como La Sombra del Caudillo fue un éxito editorial. De inmediato se llevó al cine, otro medio de comunicación de masas. En realidad era más atendido el cine y la literatura con mayores márgenes.
La cinta estuvo enlatada casi 30 años. Se exhibió la cinta de manera privada en el Versalles (1960) y en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari se pudo ver de forma comercial.
Se exhibía La Sombra del Caudillo en la cineteca y en las universidades. Lugares de escasa presencia.
En formato de literatura (lo menciono por la dictadura que se vivió) se permitió su circulación porque se ha considerado (con rasgos verídicos) de escasez de lectores; desde aquella época, síntoma que se conserva en el mexicano.