- De manera rudimentaria elabora tostadas, chalupas y tortillas de ajonjolí en la cabecera municipal de Tecpan de Galeana
Pedro Patricio
Doña Carmen Abarca Sayago, desde hace más de 40 años, elabora de manera rudimentaria tostadas, chalupas y tortillas de ajonjolí en la cabecera municipal de Tecpan de Galeana.
Dentro de la vivienda de teja, esta humilde mujer habla sobre los más de 40 años que inició en la elaboración de las tostadas, chalupas y tortillas de ajonjolí; comentó una receta que no comparte con la población.
La mujer, con un poco de lágrimas en los ojos, relató que antes de iniciar su trabajo desde su domicilio, fue empleada de la desaparecida Industria maderera Forestal Vicente Guerrero (FVG), la cual estaba ubicada en los terrenos donde se realiza la feria de la expo-Tecpan, frente a la Colonia Las Tunas, donde laboró por más de diez años hasta que fue liquidada.

Abarca Sayago explicó que, al no tener ya una fuente de trabajo y ser el sustento de sus cuatro hijos, uno de ellos finado, fue como inició en la casa materna la elaboración de sus productos, “la chalupa esa se puede decir que casi la inventé porque yo preguntaba la receta a una amiga y la señora nunca me dio la receta, pero yo batallé bastante, sufrí bastante para poder aprender”.
Agregó que, “no me salía se partían, se ponían, no se podían vender así; yo soy cristiana, pero yo le dije a Dios: señor yo quiero aprender a hacer algo de cómo mantenerme porque de que voy a vivir”.
En la vivienda ubicada en la calle Valente de la Cruz, muy cerca de “La Capilla”, es muy fácil de localizarla, y con un letrero que está pegado sobre la puerta principal, anuncia la venta de los productos de masa, así inicia la vendimia para la ciudadanía que conoce y ha probado su producto.
Desde temprana hora, doña Carmen dijo que en compañía de su hija, elaboran la masa vertidas con diversas especies, después de que están listas para el amasado y con maquinaria rudimentaria que ha comprado a lo largo de los años, elabora las tortillas que después coloca en un horno de leña y posteriormente las pone en una malla que ella misma construyó para dejar secar su producto.
Aseguró gustarle su trabajo, ya que es su propia dueña y cuando puede, se toma algún descanso, pues su larga jornada laboral inicia todos los días desde las seis de la mañana hasta las tres de la tarde.
Comentó que la ha afectado la situación por el coronavirus puesto que “hay veces que, si se vende y a veces que no vendo ni diez pesos”, pero el día lo puede recuperar con las ventas de los productos en las pozolerias y comercios.