* Morena ya no es mayoría en Congreso
* Ríspido, extenuante y desgastante debate
* Polarización aleja acuerdos parlamentarios
Jorge VALDEZ REYCEN
El costo político de haber perdido la mayoría aritmética legislativa, por parte de la fracción de Morena, se traducirá en corto y mediano plazo, cuando se intensifiquen los debates de la agenda parlamentaria. Aún no se mide el efecto de haber “perdido” a dos legisladores, pero sí será crucial para el segundo año de trabajos.
La creciente polarización que desde Palacio Nacional se ha desencadenado de labios del presidente de México, alcanzó a los 46 diputados de Guerrero. El mosaico plural, multipartidista, estuvo a punto de ser avasallado por fuerzas del Movimiento de Regeneración Nacional, tanto en el discurso como en la votación de cada episodio que se observa como épicos encontronazos verbales, que rayan en denuestos, descalificaciones, burlas, gritos destemplados y ausencia de serenidad, tolerancia y prudencia.
Es verdad que el cambio de paradigmas en el régimen democrático se debe a una elección pacífica, no cruenta ni violenta. ¿Entonces por qué tanta irritación? La gente está harta de políticos riñendo, peleando e imponiendo criterios, cuando el oficio dicta argumentar, exponer ideas, discutir alternativas de solución donde las posiciones sean infranqueables y hasta irreductibles.
En el Congreso del Estado hay una crisis que no se admite existe. Prevalece un marcado divisionismo y se disimula. La política deja abiertos espacios de confronta, cuando los silencios deben imperar ante insultos.
Lo ríspido, extenuante y desgastante que resulta observar un debate donde la hilaridad de expresiones coloquiales, rompe la solemnidad con gracejadas ocurrentes. El Diario de Los Debates recoge cada palabra de todos los legisladores. Queda, pues, evidencia del nivel de debate deplorable, ausente del uso elegante, distinguido, de las palabras que arropan las ideas. Lenguaje entre mordaz, soez, vulgar en momentos, pero sin incidir en que la forma de expresarse en la más alta tribuna del estado debería ser un honor inmerecido, pero decidido por mandato popular.
Atestiguar durante horas un cansado subir y bajar escaleras, hacer uso del micrófono (que no de la palabra) con parsimonia, protocolo de tediosa e irreflexiva animosidad verbal, es roto por exabruptos tan jocosos, como frases hirientes que aluden a la corrupción, en todas sus modalidades.
Evidentemente ese trajín legislativo trae consigo un inevitable desgaste. Y eso no es nada grato. Someterse todos los diputados a esa pendular ruta de agresión-defensa y viceversa, postergará solamente los acuerdos que necesitan concretarse. Desperdicio de tiempo, esfuerzo, que nada justifica a nadie. Todos están en el mismo poder, son parte de y no anteponen a sus personalidad, ni talantes, los más altos anhelos de los guerrerenses. Y si los aluden, sólo es retórica.
No a la polarización, sí a los nuevos acuerdos. Sería la conseja popular, frente al abucheo apagado desde la clandestinidad y el siseo, cual serpentario, cuando alguien resbala, lanza improperios o es sorprendido en una distracción.
No debe ser así una crónica parlamentaria donde diputadas y diputados exhiben rencores, resabios, amarguras o frustraciones. Tampoco debe ser la competencia verbal de descalificaciones y señalamientos de corruptelas, anteponiendo la frase hipócrita “con todo respeto”, pero que se sobre porque le viene un soberano fregadazo.
“No manches”, fue la expresión en la tribuna más alta de un diputado, que quedará en el Diario de Debates. O la burla de que “juegan al congresito”, con fuerte dosis de soberbia e inquina, de parte de otro nostálgico.
Sea como sea, no tienen tiempo que perder, ni desperdiciar.
Nos leemos… SIN MEDIAS TINTAS.