Por Andrés Campuzano
@andrescampuzano
Me lo dijo mi padre, no hace mucho: “¿Cómo quiere ser recordado? ¡Esa es la primera pregunta que le debes hacer al político o funcionario si te pide que lo asesores o seas parte de su equipo de prensa!”
¿Por qué cobra especial relevancia una simple pregunta?
Me lo explicó detalladamente. A partir de su respuesta se empezaría a articular la estrategia para consolidar ese recuerdo y que tuviera resonancia social.
Tantos, tantísimos malos ratos se hubieran ahorrado muchos funcionarios si escucharan a sus jefes de prensa. Me lo contó mientras cenábamos: “escucha bien porque no te lo voy a volver a contar”, recalcó.
“Te voy a poner un ejemplo de lo que pasa cuando no se escucha al jefe de prensa. Un día, siendo gobernador Ángel Aguirre tuvo una reunión con algunos de sus funcionarios, la mayoría se desvivían en hacerle creer al gobernador que todo estaba bien ‘todo va de maravilla señor gobernador’, las alabanzas seguían y seguían. Obviamente por tanto apapacho el gobernador estaba contento, hasta que llegó Pedro Julio Valdez y reviró ‘no todo puede estar bien’, y enlistó una serie de problemas, lo que no agradó al gobernador y le dijo que luego hablarían”.
Tiempo después, y gracias a los malos oficios del secretario de Finanzas y otros funcionarios, la administración de Ángel Aguirre terminó antes de lo que indicaba el periodo constitucional.
“Le dieron en la madre a un gobierno que arrasó electoralmente”, me dijo mi padre.
Esa advertencia sigue vigente en un estado con las características de Guerrero y con las decisiones de los actuales alcaldes.
Aprende a leer y escribir
Era joven e indocumentado. El año, 1998.
Uno de mis grupos favoritos acaba de lanzar su disco “Adore” y se anunciaba una gira en la capital del país The Smashing Pumpkins en el Palacio de los Deportes —de los rebotes para la banda—. Fue un muy buen año. En ocasiones manejaba el Grand Marquis Mercury 1986, color plateado, de mi papá y gracias a Dios no existían los gasolinazos, con 200 pesos de la ‘verde’ se podía conducir por Acapulco cómodamente.
Un día me encontró leyendo un libro. Tenía un gesto cuando no le gustaba algo, uno que disimulaba muy bien, pero yo lo conocía y se lo noté cuando sentí su mirada fija en la portada del libro que sostenía.
No dijo nada. Se fue.
Al otro día continué leyendo y la verdad lo hacía porque estaba muy aburrido, nada más.
De pronto me arrebataron el libro. Fue tan brusca la acción que me espanté y se río al tiempo que me entregaba otro libro y atajó: “¡Deja esa chingadera, no pierdas tu tiempo! Lee esto para que aprendas a escribir y aprendas a leer también”.
La portada del libro está ataviada con rostros conocidos en una fuente exquisita y no tan grande se lee ‘De vida en vida’.
Fui muy feliz.
No pude soltar el libro, la forma en que Ricardo Garibay te invita a recorrer sus memorias, sus encuentros con diversas personalidades es algo que me atrapó y en menos de dos horas ya había acabo de leer. Se inscribía en mi mente otro libro en la sección de favoritos.
Del otro libro, omitiré el título y su autor, pues es alguien de Guerrero y no es mi deseo desdeñar su obra.
Pero si me lo preguntan, eran poco más de 100 páginas en blanco.
¡EN BLANCO!
El mundo es para los audaces
Ahora que la tendencia parece fomentar el ‘paternalismo’ o la dádiva oficial, uno de los mejores consejos de mi padre es que nada te cae del cielo, el esfuerzo personal es lo que te llevará a buenos resultados. Y me hablaba de cómo alternaba sus estudios en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Guerrero, siendo empleado de la única discoteca en Chilpancingo, Serpico’s. Ahí atendió a diversas personalidades y conoció a dos personas con las que trabajaría cuando el periodismo —su verdadera pasión— fuera su oficio de tiempo completo.
Ahí conoció a José Luis Nava Landa, dueño del periódico Expresión de Guerrero. Siendo tan joven el dueño del diario le delegó la responsabilidad de su periódico. Su oficina se encontraba en lo que hoy se conoce como el andador Emiliano Zapata, en el centro de Chilpancingo, su oficina es hoy una cafetería italiana.
También, en una noche de tertulia en esa discoteca ubicada en el Conjunto Turístico Jacarandas, conoció a Pedro Julio Valdez Vilchis. Fue uno de sus mejores amigos y compartieron responsabilidades, tanto editoriales como en el gobierno.
Por eso, mi padre me dijo “uno nunca sabe a quién vas a conocer, si vas a trabajar con esa persona y se te van a abrir otras puertas.
¡Siempre tienes que ser amable, prudente!”
Y continúo al momento que con su dedo índice marcaba el énfasis como director de orquesta: “No des un consejo cuando no te lo pidan, y por favor nunca hables mal de nadie; los pendejos son los únicos que ocupan hablar mal para sobresalir, no entienden que el sol sale para todos”.
Fueron muchos consejos más.
Hoy quise escribir esto porque se cumple un año desde que ya no me aconseja, no me platica, no me acompaña. Extraño esas pláticas de sobremesa, acompañarlo y tomarnos un café en La Covacha, ir a su programa de televisión en la ya desaparecida Siga TV.
Sus bromas.
No lean esto con lástima.
Vivió su vida como quiso. La disfrutó, y tanto que escribió varios libros, entrevistó a muchas personas que dejaron un legado, como él.
Lo último que me pidió, está por cumplirse.
Sus consejos me acompañan. Como dijo en una ocasión José Francisco Ruiz Massieu “quien no es feliz, defrauda el mandato de sus padres”.
No es fácil. Lo intento.
Gracias por todo padre.