Alejandro Mendoza

Definitivamente el poder político sólo se ejerce legítimamente si se busca el bien común de la sociedad a través de medios moralmente lícitos. Los ciudadanos son miembros de una comunidad política que tienen derechos y obligaciones en virtud de su condición.
Aristóteles, en su tratado de la ética, dice que “el bien es deseable en cuanto interesa a un solo individuo; pero tiene un carácter más bello y divino cuando interesa a un pueblo”.
En los países democráticos ejercer los derechos políticos contribuye al bienestar social de todos. Esta participación tiene diferentes cauces, bien sea directamente como consecuencia de la candidatura a algún cargo público, o bien indirectamente ejerciendo el derecho al voto.
De esta forma, el bien común, en conformidad con la naturaleza social del hombre, desarrolla un papel fundamental en la acción política porque se dirige a la búsqueda del bien y de los intereses personales y colectivos.
Por otro lado, el bien común es el conjunto de condiciones sociales que permiten y favorecen el desarrollo integral de todos los miembros de la comunidad. Desarrollar este bien común necesita de la participación de todos para llegar a las metas propuestas.
El bien común se denomina, en el lenguaje político actual, como interés general o interés de todos y ha sido interpretado de diversas formas. Algunos lo han reducido a la simple suma de los bienes o intereses particulares de cada sujeto perteneciente al espectro social.
Esta nueva unidad nos mostrará la importancia de la democracia y de la participación en la vida social y política de nuestro país. Esta participación es un derecho y un deber que surge de la misma convivencia con otras personas que buscan la solución de sus problemas
Ahora bien, la definición del bien común como la suma de intereses particulares esconde un trasfondo ético de tipo utilitarista que pretende justificar lo considerado como útil por una mayoría. De este modo, la fuerza mayoritaria determinaría el fin o el bien de la sociedad.
Entonces, por ejemplo, la legalización de las drogas pasaría a ser un bien de la sociedad cuando un grupo mayoritario considerara los estupefacientes como un bien útil y personal.
Desde una óptica política de carácter justo, que formula una convivencia pacífica ante el pluralismo cultural contemporáneo, se han dejado a un lado las cuestiones concernientes a la vida en su totalidad y al sentido por el hombre para centrarse, de manera casi exclusiva, en la esfera pública.
De esta forma, el interés general se ordena a las exigencias del pluralismo procurando que la multiplicidad de intereses y la diversidad de opiniones se confronten racionalmente para encontrar una solución que garantice una justa repartición de derechos y deberes.
El bien común, en una concepción de justicia, que cuenta con presupuestos utilitaristas, parece perder la conexión natural que existe entre el bien objetivo de la persona humana y el bien de la comunidad. En esta visión se da prioridad a lo justo, entendido como equidad, sobre el bien. Así, el interés general, basado en el principio justo de la imparcialidad, paridad y reciprocidad, puede hacer que prevalezca el consenso de la mayoría o “el acuerdo de todos los hombres” sobre los mismos derechos naturales e inalienables del ser humano.
Desde esta perspectiva, temas como el aborto y la eutanasia se convertirían en acciones justas y por lo tanto buenas, cuando son fruto de un consenso mayoritario que presupone intrínsecamente un procedimiento “imparcial”.
En el pensamiento social cristiano, el bien común se define como el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia mejor calidad de vida.
Esta definición nos propone una concepción del bien común que hace referencia a un contenido objetivo, basado en los derechos y deberes fundamentales e inviolables de toda persona, y que está constituido por tres elementos vitales: el respeto a la persona en cuanto tal, el bienestar social y el desarrollo del grupo y, finalmente, un compromiso por la paz.
El respeto a la persona, como principal característica del bien común, está dirigido a la promoción y defensa de los derechos fundamentales e inalienables del ser humano. De esta forma, el bien común engloba necesariamente el derecho a la vida, que se opone a cualquier género de homicidio, y el ejercicio de las libertades naturales de la persona, como son: poder actuar de acuerdo con la recta norma de su conciencia, la protección de la vida privada y de la justa libertad, también en materia religiosa.
El bien común exige el bienestar social y el desarrollo del grupo. En este sentido, el Estado debe facilitar y garantizar aquellas estructuras y bienes fundamentales que permiten llevar una vida verdaderamente humana: alimento, vestido, salud, trabajo, educación y cultura, información adecuada, derecho a fundar una familia, etc.
El bien común implica un compromiso constante e inapelable por la paz. Desde esta perspectiva, los gobiernos tienen la obligación de garantizar la estabilidad y la seguridad de un orden social justo, a través de medios honestos. El bien común fundamenta el derecho a la legítima defensa individual y colectiva. También, dentro de este orden social justo, es necesario trabajar tanto en el respeto de las reglas justas como en la transparencia y correcto funcionamiento de las instituciones económicas y políticas.
En conclusión, se puede constatar que el bien objetivo del ser humano, sus derechos y deberes fundamentales, está conectado naturalmente con el bien de la comunidad. El bien común, encierra los derechos, valores y necesidades pertenecientes a todo hombre y va más allá de los intereses subjetivos o simplemente mayoritarios. Desde esta perspectiva es necesario afirmar que el orden social y su progreso deben subordinarse al bien de las personas, ya que la ordenación de las cosas debe someterse al orden personal y no al contrario.
La verdad es que no todos los políticos son deshonestos, ni todos están preocupados sólo por su propio bienestar. Hay desde luego excepciones, raras, pero las hay.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz
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