Alejandro Mendoza

Hay quienes sostienen que el poder es, en esencia, amoral. Y a partir de esta tesis, los políticos, gobernantes y toda persona puesta en autoridad en alguna de las actividades de la sociedad, justifican sus decisiones y motivaciones de su quehacer diario. De esta manera se escudan de las más terribles y maquiavélicas acciones.
Una de las habilidades más importantes que asumen es la capacidad a ver circunstancias, en lugar de, simplemente, el bien y el mal. Por años se han justificado acciones y decisiones en el hecho de llegar a un punto medio, en lo que llaman las tonalidades grises, pretendiendo con ello, descargar la maldad consciente utilizada al momento de tomar una determinación en perjuicio del bienestar de la mayoría.
Según esto, se debe observar cada acción como parte de un juego de ajedrez y, a partir de este razonamiento, hay quienes proponen que el poder es un juego y que así debe entenderse. En este contexto en un juego no se juzga a sus contrincantes por sus buenas intenciones, sino por el efecto de sus acciones.
Por eso, en la actividad política y de gobierno, se puede observar una práctica carente de moral, ética, ideología, principios y valores. Lo que importa es el beneficio inmediato, la ganancia económica o el escalamiento de posición. El juego de poder se vuelve pragmático. 
De ahí que el PRD, PT, PMC puedan hacer alianzas políticas coyunturales con el PAN o PRI en la 62 Legislatura local, pasando por alto su cuestión ideológica más coincidente con Morena. Es parte de las estrategias del juego de poder. Y esto nada tiene que ver con el bienestar del pueblo que los eligió.
Llama la atención que hay estudiosos de este tema como Robert Grenne, autor de las 48 Leyes del Poder, propone que es natural que las personas enmascaren sus acciones con todo tipo de justificaciones y afirmen siempre que han actuado de buena fe… se trata de un juego. Se deberá reconocer motivaciones y ver a través de la cortina de humo con que esa gente rodea sus acciones.
Es cierto que en todo proceso de la vida pública y privada es de suma importancia la comprensión de los motivos ocultos de la gente porque es el conocimiento fundamental para adquirir poder. Le abre las puertas a infinitas posibilidades de engaño, seducción y manipulación, y evita que alguien se convierta en víctima de todo ese juego de poder.
La expresión: el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente, encierra una gran verdad. El problema radica en el hecho de que la persona depositaria de ese poder, queda a merced de sus mieles cuando no hay una firmeza en sus valores y principios, ideológicos, éticos y morales.
El ser humano es fácil de corromper y más en áreas como el liderazgo social, político, económico o de gobierno. Obregón lo expresó así: “¿Quién resiste un cañonazo de 50 mil pesos?” En la actualidad tal concepto sigue vigente en todas las áreas de la vida pública y privada de la sociedad.
Uno de los temas principales de la campaña del actual presidente electo de México, Andrés Manuel López obrador, fue el combate a la corrupción desde las esferas del poder. Su frase acuñada en el pensamiento popular fue: la mafia del poder. Ahora con la fuerza político-electoral con su Movimiento de Reconstrucción Nacional (Morena), que le dio el poder en el país, su accionar deberá pasar ineludiblemente por la congruencia y coherencia político-ideológico-práctica al momento de tomar sus decisiones.
En Guerrero están al escrutinio de la opinión pública los presidentes municipales y diputados electos de Morena, más que cualquiera de los que resultaron electos por otro partido político, cuya historia de corrupción les antecede. ¿El poder los corromperá? Eso lo veremos con el tiempo.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz
https://ampalejandromendozapastrana.blogspot.com