Alejandro Mendoza

En los tiempos actuales la tolerancia se convierte en un valor imprescindible en toda actividad humana. Los seres humanos somos los únicos capaces de atentar contra nuestra especie y contra el resto de los seres vivos; desplegamos un nivel de violencia preocupante, y sin motivo aparente. 
Hay quienes desde una posición de poder asumen conductas totalmente contrarias a lo que debiera ser su ejercicio. Es impresionante darse cuenta de la doble moral y ética con que actúan, dando por hecho que nadie se da cuenta de su terrible condición.
Tratan de moldear conductas y hasta pensamientos de acuerdo con su interés personal. En estos casos hay totalmente carencia de tolerancia. Pero resulta aún más llamativo que también existan personas que luchen por la paz, por la aceptación, por los derechos de los animales, que intenten resolver los errores del extremo opuesto. ¿Cómo confiar en una especie que presenta tal dualidad?
Tolerancia se refiere a la acción y efecto de tolerar. Como tal, la tolerancia se basa en el respeto hacia lo otro o lo que es diferente de lo propio, y puede manifestarse como un acto de indulgencia ante algo que no se quiere o no se puede impedir, o como el hecho de soportar o aguantar a alguien o algo.
La palabra significa ‘cualidad de quien puede aguantar, soportar o aceptar’.
La tolerancia es un valor moral que implica el respeto íntegro hacia el otro, hacia sus ideas, prácticas o creencias, independientemente de que choquen o sean diferentes de las nuestras.
Una persona tolerante es capaz de aceptar sin molestias o nerviosismo las actitudes y características de los demás, aunque sean diferentes de las suyas, siempre y cuando no le causen un perjuicio o afecten su bienestar. Respeta, acepta y aprecia la diversidad de las personalidades, de las culturas del mundo y de las variantes físicas que existen entre los seres humanos. 
Para llegar a ser tolerante se vale de los conocimientos que ya tiene o adquiere conocimientos especiales para entender la diversidad, se comunica bien y frecuentemente con quienes la rodean, tiene una actitud de apertura con respecto a las otras expresiones y, aunque reconoce las diferencias de los otros, siempre busca la armonía. 
La tolerancia es el requisito indispensable para vivir en familia y en comunidad, el elemento más importante para poner fin a la violencia.
A través de la convivencia y la diferencia, la persona tolerante acepta y valora la riqueza que puede aportar la diferencia al mundo en el que vivimos.
A lo largo del tiempo, la tolerancia ha sido entendida como una actitud más bien pasiva, dada la definición a la que hacíamos referencia hace un momento.
La tolerancia es un constructo social que originalmente hacía referencia a la actitud de permisividad en las creencias religiosas o metafísicas de la otra persona.
La tolerancia varía con el tiempo y la cultura, dependiendo así de la época histórica, de distintos criterios y del sentido que se le da en la cultura.
En la actualidad ser tolerante con el otro implica respetarlo en el terreno ideológico, pero también en el político, moral, en el género, etnia, orientación sexual y en cualquier terreno personal que se tercie.
Además, la tolerancia implica comprender al otro en un diálogo en el que incluso uno mismo debe poner en entredicho o cuestionar sus propias creencias o convicciones.
Los pilares básicos de la tolerancia podrían ser la libertad y la igualdad. Somos tolerantes en la medida en la que no impedimos o anulamos la libertad de la otra persona y porque consideramos que es igual a nosotros mismos.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz
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