Moisés Alcaraz
Nuestra ciudad capital es una de las dos o tres más violentas del país. Junto a ello, Chilpancingo es una ciudad carente de lo más elemental que debe acompañar a un ser humano para su sano desarrollo físico e intelectual. Vivimos, además de las carencias propias del subdesarrollo, en medio del terror y la zozobra que genera la inseguridad.
En la cuna de los Sentimientos de la Nación no hay espacios públicos para el esparcimiento, que incluye la recreación y canalización del tiempo libre hacia actividades de fortalecimiento del tejido social. La vida cultural está cancelada, siendo ésta el pilar fundamental para el desarrollo del intelecto, para el reconocimiento profundo de nuestras fortalezas como sociedad y para reencontrar nuestra identidad con ese pasado histórico de lucha social que nos caracteriza.
Chilpancingo es la peor ciudad para vivir después de Chimalhuacán, un conglomerado del Estado de México donde se vive en condiciones similares a los asentamientos humanos del África central. No resulta nada gratificante para los guerrerenses saber que una vez más, expertos en el tema, como el Gabinete de Comunicación Estratégica, vuelven a colocar a nuestra capital como una de las dos ciudades con menor calidad de vida, donde casi nadie de sus habitantes se atrevería a recomendarla para vivir en ella.
El estudio analiza también la percepción de las personas con relación a la cohesión social que se tiene, el desempeño de las autoridades y los servicios públicos con que se cuenta. Nuestra capital ocupa los niveles más bajos en todos estos aspectos y, consecuentemente, está reprobada en índices de bienestar social.
Ubicarnos como la peor ciudad de México se repite año con año desde que este estudio empezó a realizarse y no se observa en el panorama inmediato alguna mejora. La situación no es responsabilidad de un gobierno en particular, porque no sólo Chilpancingo, sino todo Guerrero ha vivido en esas condiciones desde épocas ancestrales. Las expectativas de mejoramiento están sembradas en los programas anunciados por el gobierno entrante, pero el atraso es tan profundo que hay dudas a ese respecto.
Nuestro aporte a la historia nacional es enorme, somos una entidad creadora de grandes próceres, pero algo pasó en el camino. No tenemos bibliotecas dignas, ni teatros, museos, librerías, ni ningún otro centro donde la cultura florezca.
Generar cultura contribuiría a dejar atrás el estado de barbarie al que hemos retrocedido y nos ayudaría a reencontrarnos con lo humano. La cultura nos conduce a actuar creativamente o, apegándonos a su acepción original, nos lleva al cultivo de la mente y el alma. No obstante, en nuestra ciudad capital no tenemos las condiciones apropiadas para la vida cultural. Nuestro atraso es integral, se expresa en todos los rincones de nuestro acontecer y la cultura no es la excepción.