Alejandro Mendoza

Tener esperanza no es un asunto menor. De hecho, el actual presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, utilizó como recurso primordial el dar esperanza a los mexicanos ante un entorno realmente dramático que viven diariamente millones de familias.
La esperanza y el futuro van de la mano. Si la humanidad alberga la más mínima esperanza de tener un futuro digno, esta pasa por el despertar de un sentido universal de la responsabilidad, la clase de responsabilidad cuyas raíces son mucho más profundas que las de un mundo de intereses mundanos y efímeros.
De acuerdo con mi experiencia de vida, yo también he anclado mi esperanza a algo concreto e innegable, a los indiscutibles valores y principios universales, raíces de la conciencia que la humanidad debiera tener de sí misma. Desconozco si el mundo tomara o no el camino que la realidad ofrece.
Lo que en su conjunto debiera inspirar a niños y jóvenes en la actualidad radica, en gran medida, en sentimientos de esperanza e identidad. Son muchas las condiciones por las cuales los jóvenes de hoy no experimentan un sentimiento de esperanza, entre ellas, la situación económica y social que va destruyendo sus expectativas conforme avanzan en sus estudios.
Se preguntan el porqué del esfuerzo cotidiano, el para qué de los gastos que por ellos hacen sus padres o tutores, cuando en la realidad ven a esos padres y tutores en condiciones económicas que apenas alcanzan para sobrevivir, o se ven con escasas posibilidades de seguir creciendo profesionalmente. Estancados, sin expectativas de futuro. Abatidos y, en muchos sentidos, descorazonados.
Habría que ver que están haciendo los gobiernos, las escuelas, públicas y privadas, y entre los propios ciudadanos para alentar sentimientos de optimismo y esperanza a los niños y jóvenes de hoy. ¿Qué esperamos para darnos cuenta de que inspirar sentimientos de esperanza, identidad y pertenencia resulta importante para que nuestra pequeña comunidad, nuestras grandes sociedades, puedan pensar en el objetivo común de fortalecer sentimientos de unión y prosperidad? ¿Qué, en lo concreto, esperamos poder hacer?
Vivimos en un mundo que acoge ahora por primera vez en su historia una sola civilización humana. Dentro de esta civilización global, los destinos de billones de personas y cientos de naciones están tan entretejidos que se unen en uno solo. Esto tiene miles de ventajas y miles de desventajas.
La principal desventaja es que cualquier amenaza que se presente hoy ante el mundo se convierte en una amenaza global. Seguro que no es necesario que les recuerde, en particular, las múltiples amenazas a las que se enfrenta la civilización actual, amenazas que, hasta el momento, el mundo ha sido bastante incapaz de afrontar. Mencionare, por ello, solo una de tales amenazas, a la que solíamos llamar el conflicto de civilizaciones.
Convencido de que ahora vivimos en una sola civilización, denomino esto más bien un conflicto entre distintas esferas de civilización, cultura o religión. Indudablemente, existe el peligro de que tal conflicto pueda, en efecto, estallar en el futuro.
Cuanto más vinculados estamos dentro de una misma civilización y cuanto más tenemos que aceptar sus logros, ya sea con alegría o por necesidad —pese a lo mucho que homogeneicen nuestras vidas—, nuestras variadas tradiciones culturales y religiosas revivirán de nuevo con mayor notoriedad y las diferentes esferas de la civilización defenderán su individualidad con más energía. Así, la creciente uniformidad dentro de esta única civilización viene acompañada por su opuesto, una creciente y vigorosa autodefensa de las diversas identidades culturales.
La historia demuestra que los intentos de los seres humanos por vivir sin la guía de Dios no traen felicidad. ¿Por qué no? Porque no fuimos creados para vivir sin la guía divina, tal como un niño no puede vivir sin la de sus padres. El escritor Jeremías declaró: “No pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso”.
Aunque Dios espera que nos esforcemos por resolver los problemas que se nos presentan en la vida, en muchos casos no logramos resolverlos. Por eso, desea que confiemos en él y no en nosotros mismos. Cuando lo hacemos, obtenemos buenos resultados. “En todos tus caminos tómalo a Dios en cuenta, y él mismo hará derechas tus sendas.”
Por esa razón y más no perderé la esperanza.
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