Alejandro Mendoza
Reflexionar sobre la importancia de las decisiones que se toman en la vida no debe ser un asunto sin relevancia. De verdad somos lo que decidimos ser. Cada decisión a lo largo de tu vida, independientemente de las motivaciones o los intereses, te llevó al lugar y momento en que te encuentras.
Lo importante es tener clara la idea sobre lo que guía tu vida. Todos tienen algo que guía su vida, aunque no quieren reconocerlo, o en su caso, realmente lo ignoren. Los diccionarios definen el verbo guiar como mover, conducir o empujar. Sea que conduzcas un automóvil, claves algo o golpees una pelota de fútbol, eres tú quien guía, empuja o mueve ese objeto en ese instante.
La pregunta interesante ¿Qué es lo que guía tu vida? No amerita respuestas simplistas o superficiales. Requiere de un responsable esfuerzo y de una plena conciencia sobre el camino que tomará su vida a partir de la última decisión que tome.
Quizás lo que guía en estos momentos tu vida sea un problema, un plazo o una exigencia. Puede que seas guiado o guiada por un mal recuerdo, un temor constante o una costumbre involuntaria. Lo cierto es que hay cientos de circunstancias, razones y sentimientos que pueden estar guiando tu vida actualmente.
De acuerdo con Rick Warren, en su libro una Vida con Propósito, a muchos los guía la culpa. Se pasan la vida huyendo de sus errores y ocultando su vergüenza. Quienes cargan culpas son controlados por sus recuerdos. Permiten que su futuro sea controlado por su pasado. Sin darse cuenta, se castigan a sí mismos, saboteando sus propios logros. Desde luego que las personas son resultado de su pasado, pero no tienen que ser prisioneros del mismo.
También resulta interesante darse cuenta que a muchos los guían la ira y el resentimiento. Se aferran a heridas que nunca logran superar. En vez de sacarse el dolor por medio del perdón, lo repiten una y otra vez en sus mentes. Los que viven motivados por el resentimiento se enclaustran e interiorizan su ira; otros estallan y explotan ante los demás. Ambas reacciones son dañinas e inútiles.
El resentimiento siempre te daña más a ti que a la persona con la que se está resentido. Mientras la persona que te ofendió quizás olvide la ofensa y siga su vida, tú continúas hirviendo de dolor, perpetuando el pasado.
Lee bien: los que te hicieron daño en el pasado no pueden seguir haciéndotelo a menos a que te aferres al dolor por medio del resentimiento. ¡Lo pasado, pasado está! Nada lo podrá cambiar. La gente se hace daño a si misma con su amargura. Entregarse a la amargura o a la pasión es una necedad que lleva a la muerte.
Y a muchos los guía el temor. Sus temores pueden ser el resultado de una experiencia traumática, de falsas expectativas, de haber sido criados en un hogar de disciplina rígida o incluso de una predisposición genética. Cualquiera que fuere la causa, las personas condicionadas por el temor pierden oportunidades porque temen aventurarse a emprender cosas. Van a lo seguro, evitando riesgos y tratando de mantener el statu quo.
Y aunque hay muchas otras influencias, lo cierto que el materialismo parece ser el principal guía de las personas en la actualidad. El deseo de adquirir se convierte en la meta principal de sus vidas. Este deseo de querer siempre más se basa en la idea equivocada de que cuanto más tengas más feliz serás, más importante y vivirás más seguro, pero los tres conceptos son erróneos. Las posesiones sólo proveen felicidad temporal. Como las cosas no cambian, tarde o temprano se aburren de ellas, entonces quieren otras nuevas, más grandes y más modernas. El mito más común respecto al dinero es que cuanto más tengas, más seguro estarás. No es así.
Lo cierto es que ojalá tengas claro qué guía tu vida. El éxito, la riqueza, la fama o los placeres pasan, son pasajeros en la felicidad del hombre. Sin un propósito, la vida es una marcha sin sentido, un movimiento sin dirección y sucesos sin motivo. La vida sin propósito es trivial, insignificante e inútil.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz
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