¿Comenzarán los balazos?
FELIPE VICTORIA
Intereses oscuros existen tras de las contiendas electorales en todo México; los candidatos a cargos de elección popular se mezclan con lobos y acaban aullando, pero en otro tono, para embaucar a quienes acarrean para aplaudirles a cambio de migajas.
De 86 millones de mexicanos inscritos en el padrón electoral, aproximadamente 41.5 de varones y 44.5 de mujeres, a la hora de ejercer el voto un 60 % se abstiene tradicionalmente, porque es la manera que se les ocurre patentizar su desprecio a la gran farsa.
Históricamente el único que hizo algo duro y viril porque el sufragio fuera efectivo, fue el prócer y mártir Francisco Ignacio Madero González, que en noviembre de 1910 le estalló una revolución al dictador Porfirio Díaz, quien llevaba 34 años en el poder.
Sin embargo, para 1911, aunque anciano se percató que el pueblo había dejado de respetarlo y optó por pactar con el caudillo que soltó a los tigres para que no lo encarcelara, fusilara ni le decomisara su fortuna.
Madero el “humanista perdonador” acordó que el dictador saliera exiliado del país el 31 de mayo de 1911, por Veracruz. Mientras, Madero era electo legalmente y asumía la Presidencia el 6 de noviembre, relevando a Francisco León de la Barra, que sustituyó a Porfirio Díaz tras su renuncia del 25 de mayo de 1911.
José Victoriano Huerta Márquez traicionó a su jefe Madero y usurpó la Presidencia, mandando asesinarlo junto con el vicepresidente José María Pino Suárez, el 22 de febrero de 1913.
La costumbrita de matar a los adversarios políticos casi se institucionalizó en México, hasta que después del asesinato contra el reelecto presidente Álvaro Obregón en 1928, el general Plutarco Elías Calles fundó el partido oficial para disciplinar a todos los caudillos sedientos de poder; se llamó Partido Nacional Revolucionario (PNR) y fue cambiando de siglas y nombres a PRM y PRI.
Desde los tiempos del general Lázaro Cárdenas del Río, que sacó del país a Plutarco Elías Calles el 10 de abril de 1936, no han vuelto a asesinar presidentes de México.
Pero sí a candidatos, como Manuel de Jesús “Maquío” Clouthier del Rincón, el 1 de octubre de 1989; el otro ejecutado fue el candidato priísta Luis Donaldo Colosio Murrieta, el 23 de marzo de 1994, en Tijuana, Baja California.
Sin embargo, los asesinatos de políticos que pretendían regidurías, alcaldías, diputaciones, senadurías y gubernaturas jamás han dejado de ocurrir y en este sexenio se recrudecieron, porque ahora el crimen organizado y el narco meten las manos en las elecciones sin que nadie atine a prevenir y evitar riesgos, y Guerrero es de las entidades más afectadas.
Tristemente, en Acapulco la seguridad de los candidatos a lo que sea anda de cabeza y huele a peligro.
En vez de hacer campaña explicando sus proyectos y estrategias para “sacar al buey de la barranca”, gastan su pólvora en infiernitos dando a conocer las partes oscuras de los rivales, como si a los electores les importara saber quién es más pillo o más mentiroso en sus promesas huecas. Una deleznable guerra a salivazos.
El ansia por el poder hace que pierdan la mesura y la objetividad y entonces se exhiben como grandilocuentes a los que la gente no da crédito ni les tiene confianza, cansados los del pueblo de escuchar las mismas promesas que después no les cumplieron y de sospechar que salen del poder con mayor fortuna de con la que entraron a la alcaldía.
Conseguir en Acapulco más de cien mil votos el 1 de julio, cueste lo que cueste, hace que los equipos de asesores aconsejen torpezas a los candidatos y urdan zancadillas mediáticas para denostar y hacer tropezar a los rivales.
A una población con escaso nivel escolar, en el fondo le vale madres la colección de títulos académicos con que cuenten los aspirantes a la Presidencia Municipal; si resulta que alguien tenga documentos apócrifos, tampoco les quita el sueño y entonces nacen los revires peligrosos, como interceptar envíos sospechosos de millones de pesos disque para gastos de campaña, acciones que las autoridades correspondientes no averiguan debidamente.
Si esas artimañas de combate no cuajan, comienza el peligro en los pasos siguientes de la confrontación. Por norma, de los salivazos se pasa a los balazos, accidentes fabricados y atentados. Nadie entonces está seguro de llegar ileso al día de las elecciones.
Respetuosamente exhorto a los candidatos punteros por Acapulco: Badillo Escamilla Joaquín y Taja Ramírez Ricardo a que le bajen de intensidad a sus disputas personalísimas y enconos, que reflexionen que no son los únicos personajes disponibles que están inscritos para la contienda estelar en las urnas y si por pelear se inhabilitan, de inmediato serán relevados de la función estelar.
A la Federación, sea quien sea el que gane las elecciones por la Presidencia de México, no les agradaría una guerra de grupos y mafias en el codiciado Acapulco, que a pesar de todo sigue siendo la ventana turística nacional ante el mundo.
Me traje a las porteñas por ausencia de la maestra Pizarrina.
-¡Riiing… salinsliiim!
-Comadre Proculina, ¿ya le bajarán de yemas al pleito entre dos candidatos esta semana?
-Francamente no lo creo, Torturina. Más bien huele a que pasen a cosas peores y peligrosas, porque es mucho lo que hay en juego para ellos.
-¿Son más importantes la concesiones y contratos prometidos que sus vidas mismas?