Alejandro Mendoza Pastrana
Hay personas que aparentan lo que no son. Son buenas para engañar, mentir y hacer creer a la gente cosas que no corresponden a la verdad ni a la realidad. Llegan a la vida de las personas con una actitud humilde y hasta bonachona, pero en el fondo tienen una pretensión perversa y mal intencionada.
En todos lados de la sociedad abundan quienes se presentan con bandera de “no romper ni un plato” o “como mosquita muerta”, mientras sus verdaderas intenciones las ocultan en el afán de lograr sus propósitos, muchos de los cuales tienen motivaciones egoístas, ambiciosas o codiciosas.
A ese tipo de personas se les acoge, se les brinda confianza, se les apoya, se les da todo lo necesario para que se desarrollen en sus acciones, y cuando comienzan a crecer y a escalar en su desarrollo personal, laboral o profesional, sacan “las uñas” y se les olvida quién les ayudó y comienzan “a morder la mano que les dio de comer”.
En todas las áreas de la sociedad se da este tipo de casos, pero con mayor notoriedad, por su propia naturaleza pública, en los ámbitos políticos, sociales, empresariales, religiosos e instituciones privadas y públicas.
Es común encontrar a individuos que para lograr sus objetivos comienzan adoptar una personalidad, así como conductas, expresiones verbales y pensamientos, muchos de ellos ligados a valores y principios con tal de agradar a sus compañeros y a sus jefes en un contexto laboral o político.
Lo decepcionante de esta situación es cuando se descubre que el proceder de esa persona era motivado por la mentira, la hipocresía y la falsedad, anclado a intereses completamente personales en perjuicio de quienes la promovieron y la empujaron para salir adelante.
En un contexto así, la gente que rodea a una persona con esa condición regularmente espera que en gratitud a la ayuda que recibió, se ponderaran principios como la lealtad, la congruencia, la correspondencia y el compromiso. Sin embargo, la realidad resulta tan asfixiante cuando aflora la verdadera naturaleza del “lobo vestido de oveja”.
La imagen que se había creado de ser una persona leal, comprometida, honesta, transparente, se derrumba al descubrir a la persona que realmente es. Se conoce que todo lo realizado tenía como fin lograr la satisfacción de sus propios deseos malévolos afectando, dañando y destruyendo, consciente y premeditadamente, a quien se le pusiera en frente.
Es cuando la verdad sale a la luz pública. Se confirma, entonces, que todas las mentiras dichas en varias situaciones pasadas y acciones dolosas contra mucha gente, tuvieron su origen en esa persona en la que todo mundo confiaba y la creían incapaz de tal aberración.
Se trata del lobo que logró con su camuflaje de oveja, introducirse en medio de las ovejas, para cometer toda clase de mal en la manada. El único propósito del lobo es alimentarse de las pobres ovejas.
Así ocurre con la persona que asume tal comparación como su modelo de vida y su forma de sobrevivencia. Abraham Lincoln dijo: “Se puede engañar a todo el mundo algún tiempo… se puede engañar a algunos todo el tiempo… pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo”.
Lo cierto es que no hay nada oculto que un día tenga que ser manifestado.
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