Alejandro Mendoza
La gente ve lo quiere ver, aunque en muchas de las ocasiones la hacen ver lo que sólo unos cuantos quieren que vea. La realidad de una situación sólo se puede llegar a comprender por medio de un profundo análisis y de una constante reflexión de las causas y efectos de una situación. La verdad es que la gran mayoría no lo hace.
Las personas se la pasan viviendo sus vidas, sus luchas, sus retos, sus sueños, sus problemas, sus dificultades, sus adversidades, sus victorias, sus triunfos, sus derrotas, su salud, su enfermedad, etc.
Lo que era una meta o un reto, al cumplirse tal propósito exitosamente, se vuelve a repetir el mismo círculo, porque ahora surgen de nueva cuenta otros sueños y objetivos por realizar. En cierta forma, el ser humano busca afanosa y constantemente esa espiral.
No obstante, existe el otro extremo de quienes, por la razón que sea, se quedan sin anhelos ni voluntad de hacer algo en la vida por el bien de ellos mismos y de los demás.
Buscar ser exitoso en todas las áreas de la vida de una persona es algo totalmente encomiable y aceptable, sin embargo, hay un peligro en tal aspiración si el camino que se toma no es el correcto.
El filósofo Salomón, considerado el hombre más sabio de la tierra, explicó de manera muy profunda un enigma invisible que toda persona enfrenta cuando no conoce ni entiende el propósito de su existencia y de sus acciones: vanidad de vanidades, todo es vanidad.
Lanza una pregunta cuya respuesta merece ser analizada concienzudamente: ¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol? Su reflexión sobre este tema es todavía mucho más intrigante.
“Generación va, y generación viene; más la tierra siempre permanece. Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta. El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo. Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo.
“Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír. ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol. ¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido. No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después.”
Al igual que Salomón, en la actualidad muchas personas prueban de todo para saciar todas sus expectativas en la vida. “Propuse en mi corazón agasajar mi carne con vino, y que anduviese mi corazón en sabiduría, con retención de la necedad, hasta ver cuál fuese el bien de los hijos de los hombres, en el cual se ocuparan debajo del cielo todos los días de su vida.
“Engrandecí mis obras, edifiqué para mí casas, planté para mí viñas; me hice huertos y jardines, y planté en ellos árboles de todo fruto. Me hice estanques de aguas, para regar de ellos el bosque donde crecían los árboles. Compré siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en casa; también tuve posesión grande de vacas y de ovejas, más que todos los que fueron antes de mí.Me amontoné también plata y oro, y tesoros preciados de reyes y de provincias; me hice de cantores y cantoras, de los deleites de los hijos de los hombres, y de toda clase de instrumentos de música. Y fui engrandecido y no negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo; y esta fue mi parte de toda mi faena”.
Al final concluyó que todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol. Y lo mejor en la vida es entender que la sabiduría sobrepasa a la necedad, como la luz a las tinieblas. Y lo mejor que puede hacer el ser humano es crecer cada día como tal bajo la premisa de amar a los demás y dejar un legado de buenas acciones en bien de la humanidad.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz.
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