* Desde 1990 todo el pueblo es amapolero
* Era Salinas Altés jefe de la IX Región Militar
* Un capo llegó a Las Brisas… junto a Kissinger
Jorge VALDEZ REYCEN
–Mujeres y niños se pusieron al frente y retaron a los soldados:
–¡Sólo muertos nos sacan! –dijeron en lengua amuzga y medio español. Eran “escudos humanos” que utilizan narcos en los pueblos de la Costa Chica.
Juan Heriberto Salinas Altés, comandante de la 27 Zona Militar y de la IX Región Militar con sede en el cuartel ubicado en las inmediaciones del Fuerte de San Diego –aún no se concluían las nuevas instalaciones en Cumbres de Llano Largo—, recuerda aquella escena y la comenta al reportero en una amplia entrevista concedida en 1991, donde por primera vez un alto jefe militar admitía la presencia de pueblos enteros dedicados a la siembra, cultivo y venta de mariguana y amapola a narcotraficantes.
–No podemos hacer nada contra la población civil. Se trata de niños y sus madres. Todos se dedican a lo mismo. Los hombres son obligados a esconderse y las mujeres se quedan a defender los cultivos con los menores de edad.
Era el inicio de una guerra perdida. El general Salinas Altés con el apoyo de un mapa, trazó los municipios llamados “focos rojos” en Guerrero. El militar de carrera mostró su preocupación de que los límites de Guerrero con Oaxaca haya localidades enteras dedicadas al cultivo ilícito. Claro que no sólo era preocupante, sino que ponía a las fuerzas armadas en un franco dilema atroz: destruir plantíos y/o caminar por el filo de la navaja de enfrentar a pobladores armados por los propios narcos.
Nada cambió. Después de dos décadas de liderar Guerrero la producción de amapola y mariguana, las fuerzas armadas siguen inmersos en esa dicotomía de responsabilidades con autoridades civiles. Muchos generales han recibido y transferido los altos mandos de la IX Región Militar, entre ellos Salvador Cienfuegos Cepeda, hoy Secretario de la Defensa Nacional.
Hace 20 años dejaron de volar los helicópteros Bell 212 que tenía la PGR habilitados para fumigar centenares de plantíos de amapola y mariguana en una sierra impenetrable. Las aeronaves comenzaron a desplomarse, a caerse solitas por falta de mantenimiento y recursos. Se acabó la PGR. Hoy solamente un helicóptero de la Marina hace labores de fumigación en la cañada de Quechultenango, escoltado por otro artillado.
Guerrero en el año 2000 le dijo al presidente Vicente Fox Quesada, en voz de su gobernador René Juárez Cisneros: “Guerrero es asunto de seguridad nacional”. Nada cambió. Llegó Felipe Calderón Hinojosa y riñó con Carlos (Zeferino Torreblanca) Galindo por la concesión del Centro Internacional Acapulco y terminó despojando del Tianguis Turístico a Acapulco. Cosas de negocios ocultos, dijeron a media voz. Y entró la Marina Armada de México como posesionario, pero sigue todo en un limbo, como el otro edificio (mausoleo del zeferinato) llamado “inteligente” en el demolido mercado “Noa Noa”.
¿Y qué tiene qué ver uno con lo otro?
Para poder entender nuestro doloroso presente, lleno de aflicciones, incertidumbre y angustia, debemos repasar la historia y detener tantito la memoria en instantes clave, momentos cruciales que fueron el punto de quiebre de una paz social. Los protagonistas de la historia siguen activos. Unos con paso firme, otros arrastrando la cobija.
En 20 años se consolidó un destino turístico al que entró todo mundo, desde ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, embajadores, expresidentes de la República… hasta el mismísimo Joaquín Guzmán Loera. No hay extinción de dominio que valga aquí.
Hace 40 años un capo sobreviviente de aquella famosa pandilla de Al Capone huyó de Estados Unidos y se avecindó en Acapulco. “Las Brisas” fue su hogar. Hasta departía con Henry Kissinger, el secretario de Estado que entre giras por el Medio Oriente y América del Sur se refugiaba en Acapulco en el mismo hotel de aquel redimido capo.
Un día su salud empeoró y se fue a Houston, Texas, pero falleció. Una socialité del jet-set, Jacqueline Petit, recibió un telefonema donde se le encargaba la mansión para su mantenimiento o venta. Un político cercano a los Azcárraga y O’Farrill se enteró y dicen que primero despojó y luego compró esa casa en una ridícula cifra que provocó en la glamorosa Jacqueline Petit una enfermedad penosa y dolorosa.
Todo es uno y son lo mismo. Ya escribiré aquella fiesta romana, donde Cleopatra y el gran César encarnaron una noche en el “Normandie” de Acapulco… en esas noches prohibidas.
…Y SIN MEDIAS TINTAS