ALEJANDRO MENDOZA
Cuando una persona se decepciona muy difícilmente vuelve a dar las mismas fuerzas o energía en la actividad que se venía realizando. Obviamente se habla de la decepción que es plenamente justificable por la agravante de premeditación, alevosía y ventaja de quien comete el acto o los actos.
Muchas personas han enfrentado a la decepción desde experiencias que van de un rompimiento amoroso de noviazgo, pasando por un divorcio hasta los conflictos laborales, profesionales, familiares, políticos y gubernamentales. De una u otra manera cada quien se enfrenta la desilusión de un sueño, anhelo, deseo o proyecto.
En la vida siempre habrá circunstancias adversas, inesperadas y difíciles que pondrán a prueba la capacidad de las personas para salir adelante. Hay quienes se quedan estancados en la decepción, en la frustración, en los complejos, en los odios, en los rencores, en los deseos de venganza.
La decepción a veces puede resultar una pesada losa que se tiene que llevar por el hecho de no tener la fuerza de voluntad para dejar atrás las cosas viejas que se vivieron. Muchas personas traen el pasado al presente y cuando comienza su viacrucis en la vida.
Al decepcionarse ya no quiere volver a insistir en la actividad que realizaba a pesar de que se tengan los dones y los talentos para seguir adelante. Y es entendible que eso pueda suceder, pero la verdad es que se puede seguir en otro escenario y con otras personas.
En cuanto a su significado, Wikipedia explica que la decepción es el pesar causado por un desengaño, es decir un sentimiento de insatisfacción que surge cuando no se cumplen las expectativas sobre un deseo o una persona. Se forma en unir dos emociones primarias, la sorpresa y la pena.
Por ejemplo, la persona trabajadora y esforzada que esperaba un aumento de sueldo y no se lo dieron a él sino a otra persona menos productiva, o bien, el caso del trabajador que esperaba una promoción a un mejor cargo y resulta que se lo dan a la persona menos comprometida y hasta cierto punto irresponsable.
La decepción, si perdura, es un desencadenante para la frustración y más adelante, la depresión es una fuente de estrés psicológico.
Es cierto que la decepción surge de unir la sorpresa con una sensación interna de impotencia. La forma por tanto de huir de la decepción es averiguar de modo paciente un modo de actuar o una estrategia distinta de realizar algo. Para ello, en ocasiones no es suficiente imitar o copiar cómo lo hacen otros, sino modelar de otros aquello que nos acerca al resultado o deseo, y eliminar lo que por otro lado nos separa de él.
También se debe entender que la decepción y la desilusión son unos de los sentimientos más incómodos que existen. Son esas experiencias desagradables que cualquiera ha sufrido en algún momento de la vida. Son, además, algo complejo, pues se nutren de otras emociones como enojo, dolor, tristeza y probablemente muchas otras demasiado sutiles para identificarlas. A veces, esas emociones por sí mismas son más fáciles de tratar, pero la decepción a menudo parece llevarnos un callejón sin salida.
Es evidente que no sólo se puede tener decepción de planes o situaciones, sino a las personas mismas, pues generan decepción en otras cuando no cumplen las expectativas que se habían puesto sobre ellos, o simplemente traicionan o lastiman con sus decisiones, comportamientos y acciones.
Y de este último grupo de personas, hay muchos en todos lados.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz
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