Alejandro Mendoza

Cuando se habla de liderazgo, en la actualidad muchos piensan que basta llegar a ocupar un cargo para sentirse todo poderoso. Existen personas que exigen, presionan, agreden y abusan de sus subalternos o de quienes dirigen. Estos serán obedecidos por temor, miedo o ignorancia.
Ante los graves estragos en la sociedad por la ausencia de principios y valores, urgen líderes con cualidades de don de mando, sencillez y capacidad para una adecuada toma de decisiones.
Es por demás evidente que prevalece una imposición del dinero y el poder por el poder mismo, en los destinos de millones de personas que quedan sometidas a las rutas que trazan quienes deciden desde la parte cupular.
En el colectivo social se anhela la existencia de líderes que sean capaces de inspirar y guiar a individuos o grupos. La verdad es que son escasos los ejemplos de líderes que sirven de modelo para todo el grupo.
En todo momento se debe evitar el surgimiento de caudillos o cabecillas, porque tal proceder tarde o temprano terminará por provocar el fracaso del cualquier proyecto o esfuerzo.
Marcar la diferencia en lo que se hace, no debe ser solo una frase o un slogan, sino una acción que se pueda concretar en los hechos cada día. Quienes lideran deben evitar a toda costa acciones negativas.
El principal problema que enfrentan las organizaciones, sean privadas o públicas, es la ausencia de liderazgos capaces de responder a las necesidades y expectativas de la gente. Se piensa que quienes dirigen, y más si es en el ámbito político, sólo buscan su beneficio personal.
Un planteamiento fundamental es que la gente quiere ver a líderes cercanos a sus necesidades. Y que obviamente el líder sea la persona más indicada para hacer fluir la información en todas las direcciones; es decir, para enseñar, el líder debe saber y conocer.
Hay quienes plantean que el liderazgo es un arte de influir y su característica principal como valor está en las relaciones humanas. Por eso, cuando la insensibilidad, la codicia, la avaricia, la ambición y el egoísmo corroe a un líder, éste corrompe a todos a su alrededor.
Un aspecto fundamental es que cuando se habla de liderazgos, no solo se refiere a los que son públicamente conocidos o que están en posiciones destacadas, sino principalmente al que se ejerce o se puede ejercer todos los días en los hogares, en el trabajo, en el vecindario, en el ejercicio de relacionarnos con otros, de encontrarnos con otros, de hablar con otros, de vivir con otros.
Coincido con la sabia expresión que al fin y al cabo el hombre es eso: un ser que vive con y para los demás.
También es importante aclarar que el concepto de autoridad se refiere necesariamente a un fin ético y constructivo: toda autoridad lo será en la medida en que provoque y promueva el crecimiento de otros, es decir, de los sujetos que son objeto de dicha autoridad.
También se debe considerar que el poder y la autoridad están íntimamente ligados y no pueden producirse uno sin el otro, toda vez que son los elementos básicos para que exista el liderazgo.
Lo más importante en un liderazgo es la autoridad moral, la cual siempre se gana y se construye de manera ética y con esfuerzo todos los días, con pequeñas y grandes acciones, en lo público y en lo secreto.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz.
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