Sigue la desbandada de perredistas hacia Morena en busca de “huesos”.— El PRI y Meade deben profundizar en sus propuestas de fortalecer y mejorar el México actual
Enrique Vargas
Claramente se advierte que el PRD que llevó a Zeferino Torreblanca y a Ángel Aguirre a la gubernatura ya no existe, porque muchos de sus militantes y hasta dirigentes abandonaron ese barco que empezó a hacer agua al finalizar la década perdida para Guerrero, que representaron los dos gobernantes señalados y que cerró el académico Rogelio Ortega, quien demostró que no es lo mismo andar teorizando en las aulas sobre ciencia política, que aplicar sus etéreos conceptos a la realidad, porque ahí fracasó totalmente.
Los enterradores del viejo perredismo de Cuauhtémoc Cárdenas, siguen tirándole encima las paladas de tierra, encabezados por Los Chuchos, grupo del que forman parte Beatriz Mojica, el mismo Cesáreo Guzmán, ahora feliz despachando en el Senado de la República para disfrutar de su probadita de gloria, porque difícilmente puede volver a disfrutar de un encargo de esa naturaleza y a ese nivel.
Después del lamentable cierre del gobierno anterior, era obligado que el gobierno cambiara de mano y eso permitió que Héctor Astudillo ganará la elección contra Bety Mojica, lo que aceleró el desgaste y declive definitivo del que fue el principal y mayor partido representante de la izquierda mexicana.
Ahora, Los Chuchos lograron lo que querían, quedarse como dueños únicos del cascarón perredista.
No puede negarse que ese partido del sol azteca vive una de sus mayores crisis desde que surgió en la política nacional, luego de que Cárdenas fue despojado de un triunfo real por la camarilla de Carlos Salinas de Gortari, a través de su operador electoral Manuel Bartlett Díaz, entonces secretario de Gobernación de Miguel de la Madrid y presidente del entonces consejo electoral nacional, si es que ese era el nombre oficial.
Ahora Bartlett, el mañoso manipulador de la “caída del sistema”, es uno de los asesores y operadores políticos de El Peje, Andrés Manuel López Obrador, quien ha integrado su equipo más cercano con puros ex priistas que resentidos por alguna razón defeccionaron de su partido y ahora son nuevamente los mandones en otro grupo político, tan bueno o tan malo como el que dejaron.
Desde que López Obrador dejó al PRD y se dedicó a crear su partido personal, donde nadie le discute ni le pelea las discusiones o decisiones, ha estado jalando a toda clase de políticos, no necesariamente de calidad, sino caracterizados por lo mismo de siempre, para unirse a un nuevo proyecto que les ofrezca la posibilidad de seguir medrando en los cargos públicos siempre dentro del presupuesto.
Muy pragmático, El Peje ha estado jalando gente, cualquiera que sea o haya sido su línea política, sólo que garantice un puñado de votos, chico o grande, sin importar que sean de izquierda, de centro o de derecha o de extrema derecha, como lo demuestra su alianza con el PES (Partido Encuentro Social), grupo al que jamás se habría unido anteriormente, porque representa la extrema derecha, que no suma más de 5 puntos de la votación total en el país.
No hay ideología en la propuesta del tabasqueño ni siquiera una proyección clara de lo que sería su gobierno, porque se la ha pasado haciendo propuestas populistas para atraer al grueso del electorado, el más manipulable, el que se deja llevar por ofrecimientos absurdos y contrarios a la realidad económica y social, como vender el avión presidencial, cancelar el nuevo aeropuerto, terminar con la reforma educativa y con la energética, entregar becas a los millones de ninis y a los mismos estudiantes, a los que se recibiría sin limitaciones ni examen de admisión en todas las escuelas del país.
La verdad es que no habría manera de hacer ni la mitad de lo que ofrece, porque convulsionaría al país, que, además, se mueve en un entorno internacional que implica una serie de compromisos que no se pueden violar ni dejar de cumplir.
No es exagerado decir que llevaría al país a una situación como la de Venezuela, porque terminaría enfrentado y en un conflicto de intereses con las naciones con las que se tiene más comercio y convenios financieros.
POR ESO, FINALMENTE SE ADVIERTE, que volverá a perder la elección de julio, porque es mucho lo que arriesga y pone en riesgo de las acciones y compromisos internos y externos, que se han tejido y armado desde hace mucho tiempo y que representan la estructura política y financiera del país.
EL PRI Y MEADE DEBEN PROFUNDIZAR EN SUS PROPUESTAS DE FORTALECER Y MEJORAR EL MÉXICO ACTUAL.— No puede negarse que el mejor candidato presidencial es José Antonio Meade Kuribreña, porque es el aspirante más preparado, que conoce mejor la estructura y características del gobierno mexicano, que cuenta con la mayor aceptación de los organismos nacionales e internacionales que tienen una influencia determinante en el avance del gobierno nacional.
Sin embargo, hasta ahora no es un político popular y le corresponde al partido que lo postula, el PRI, buscar las propuestas y la forma de que la mayoría de la gente lo acepte como el posible gobernante que llevaría a México por el mejor camino, sin populismo ni actitudes demagógicas, que sólo pueden dejar daño y provocar barreras que impidan que el país realmente avance en el mejoramiento de su economía y de su capacidad productiva, para que los beneficios alcancen a la mayoría de los mexicanos.
Todo depende de la capacidad del priismo, de sus asesores y de los especialistas en imagen, para que Meade sea visto y aceptado como la propuesta más conveniente para el país.
Una de las cuestiones más importantes es que pueda llegar a la ciudadanía con dos propuestas muy consolidadas: una para bajar y controlar la delincuencia, que es una gran demanda, y la otra, que haga creíble su combate a la corrupción, el gran cáncer de México, el que ha impedido que el país crezca y que los mexicanos alcancemos niveles de vida más satisfactorios, ya que en cada gobierno salen comaladas de nuevos millonarios, sin que haya un castigo real, justo e inmediato.
No es fácil convencer de eso a los mexicanos, pero si quiere ganar la elección, tiene que hacerlo.
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