Alejandro Mendoza Pastrana

 

La vida del hombre es como la hierba del campo y la gloria del hombre como la flor de la hierba; la hierba se seca y la flor se cae. Esta es una excelente explicación de la condición del ser humano en la actualidad. Buscan afanosamente aprobación, ser reconocidos, riqueza, placer, a costa de lo que sea, sin mirar hacia su destino final.

Independientemente a que se dedique la persona, queda claro que los valores de la generación actual, en su gran mayoría, están distorsionados y completamente alterados, lo que explica la condición actual de la sociedad en su conjunto.

Lo que evidencia tal terrible situación por su propia naturaleza pública, son las acciones de los políticos y de los gobiernos. Por eso es importante definir de manera correcta el significado de una persona con valores.

Una persona de carácter, sin duda, es una persona que tiene y vive valores y posee virtudes comprobables. Las normas están más cerca de la adquisición de habilidades, de la instrucción o del entrenamiento que de la educación o formación, que suponen una visión más personalizada e integrada del hombre.

Quiero compartirles lo que Jorge Yarce, en su curso de Liderazgo con la asesoría del Instituto Latinoamericano de Liderazgo, explica sobre la necesidad del rescate de los valores en la acción del ser humano para cambiar el destino de la humanidad que hoy en la actualidad se dirige hacia una hecatombe generada por las acciones nocivas humanas.

Valor viene del latín “valere”, que significa estar en forma, ser fuerte, ser capaz de algo, valerse por sí mismo. Virtud viene de “vis” que quiere decir fuerza, y las virtudes en realidad son fuerzas, que llevan la persona a la excelencia, a la perfección moral, a ser capaz establemente, es decir el hábito de hacer algo bueno, mediante el obrar personal.

Muchas veces el valor puede ser mirado como un ideal deseable, relacionado con el civismo o la generosidad, sin referirlo a nadie en concreto, pero el valor que interesa realmente es el que se incorpora a la vida, no el que se queda en la aspiración, en el deseo, en el ideal general.

Valores hay para todos los gustos y de todos los tipos: sensibles, económicos, estéticos, humanos, espirituales, sociales, religiosos, etc. Unos son más subjetivos y otros más objetivos, pero en realidad el valor no prescinde de su carácter subjetivo porque es algo propio del ser humano y no puede dejar de tener un nexo con los principios externos al hombre, que dan consistencia a los valores.

Otra manera de mirar los valores es verlos como algo irreal, ilusorio o reducido a un “deber ser”, a algo normativo-objetivo, desencarnado y frío. No es ésta una óptica adecuada para entenderlos.

Es verdad que los valores se ofrecen como ideales, pero es todavía más preciso que son reales, reconocidos, participados a otros, relativos a las personas entre sí, realizables, practicables, identificables, que llevan a obrar, que no se quedan en una abstracción mental.

El valor tiene que ver directamente con la conducta humana. Ayuda a estructurarla y a transformarla en la medida en que es algo vivido, reflejado en las acciones personales. Se puede decir que cuando muchas personas viven los mismos valores, esos valores compartidos se viven corporativa o socialmente. Pero su raíz más íntima sigue siendo la práctica individual de los mismos.

Todos tenemos valores y todos buscamos realizar nuevos valores y fortalecer los que ya tenemos. Como también es cierto que tenemos antivalores que nos arrastran hacia abajo y hay que combatirlos con el ejercicio de los valores y con la formación de hábitos estables de buen obrar.

Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría

almepa10@yahoo.com.mx