¿Y el Quinto informe?
Felipe Victoria
Otra semanita que se pasa volando y el conteo regresivo hacia el martes 1 de septiembre no se detiene por nada.
Dentro de pocos días rendirá por escrito ante el Congreso de la Unión su quinto Informe de Gobierno el presidente Enrique Peña Nieto. Esa tradición comenzó con el presidente Guadalupe Victoria, el 1 de enero de 1825, tras haber asumido el mando republicano del México independiente el 10 de octubre de 1824.
Desde que tengo memoria los primeros de septiembre fueron días de jolgorio en faraónicos eventos con acarreo de burócratas y besamanos de los políticos a los presidentes, largas filas dentro de Palacio Nacional para ser vistos y saludar apenitas al mandamás en turno, o mirarlo asoleados desde las calles del Centro Histórico, entre Donceles y el Zócalo, al pasar en vehículos descubiertos, pero blindados convenientemente por miembros del Estado Mayor Presidencial mezclados con la chusma por si las dudas.
Pero las cosas y los estilos van cambiando, y ya en este milenio, panista de inicio, a Vicente Fox Quesada fue al primero que los diputados le pusieron las peras a cuatro impidiéndole entrar al recinto del Congreso en San Lázaro.
Los protocolos cambiaron y desde entonces mandan el informe por escrito utilizando de estafetas a los secretarios de Gobernación, aunque se llevan a cabo eventos en recintos alternos como el Auditorio Nacional o la residencia de Los Pinos, y se elaboran videos cortos con los mensajes políticos optimistas del presidente, con los que el pueblo y la clase política pueden estar o no de acuerdo, desde casita mirando la tele.
De todos modos le dan chance a los diputados que hagan observaciones y se luzcan, pero ya no exactamente con el presidente en persona como antes.
La norma nacional siempre ha sido festinar los buenos logros y avances, ocultando y minimizando las cosas malas que nunca faltan y por desgracia ocurren.
De todas maneras el balance entre los informes oficiales y la percepción del pueblo de a pie, siempre difieren en este bendito país donde se endiosa a los mandatarios cuando están en el poder, y después se les destroza con el chismerío popular.
A mí me causa hilaridad y enojo, que a veces seamos tan injustos con los presidentes echando pestes; para muchos “ninguno ha sido bueno ni dio el ancho”, lo que me permite deducir que quizá no son ellos los que tanto fallaron, sino que nosotros los del pueblo por haberlos elegido del modo que hubiere sido, o por no haber votado en las elecciones.
Cuando cursaba la primaria y secundaria, una de las tareas “odiosas” era hacer un resumen del tal informe que consultábamos en los periódicos, porque mirarlos en las cansadas transmisiones de TV o escucharlos en la radio adormecía.
Desde que me acuerdo, la aureola mágica que les endilgan por un sexenio siempre se diluye desde antes de que terminen sus periodos; siempre se esperaba demasiado de su desempeño, como si fueran semidioses todopoderosos que como seres humanos fallaban o se equivocaban, y nunca reconocemos que si muchas cosas no lograron ellos, fue quizá por nuestra idiosincrasia mexicana, acostumbrada a verlos lacayunamente como emperadores, monarcas, virreyes o caciques nacionales renovables.
Nos ha dado miedo o flojera coparticipar en las tareas gubernamentales contribuyendo a las causas nacionales del progreso, el orden y la paz; nos atenemos a la falsa esperanza de que alguno llegue y como por arte de magia resuelva todos los problemas del país y si no la hace pobre de él.
Los mexicanos siempre al brinco por el gusto de estar contra todo y a favor de nada, con las manos extendidas eso sí para recibir lo que sea después de exigir por exigir, pero nunca dispuestos a dar o poner nuestro granito de arena como ciudadanos y menos a cumplir las obligaciones básicas.
Visto en el principio de su ocaso, para Enrique Peña Nieto no fue ni tantito fácil llegar a la Presidencia en diciembre de 2012 y su gobierno estuvo amenazado de antemano con desatarle una revolución y no dejarlo trabajar en paz, y vaya que se lo cumple cabalmente López Obrador.
Sin embrago muchos están contentos porque ya falta menos para que el Señor de Atlacomulco se vaya; esperemos con serenidad y respeto a lo que nos diga el presidente Peña Nieto en su penúltimo informe; nunca se está tan bien que no se pueda estar mejor, ni tan mal que no se pudiera estar peor, como dijera el dictador Porfirio Díaz que terminó en el exilio.
-¡Tilín, tilín!- Suena la campanita escolar.
-Maestra Pizarrina, de antemano le advertimos que no queremos tareas de ver el informe y hacer resumen, ¿no sabe que con el nuevo sistema educativo de Aurelio Nuño van a prohibir dejar encargos fuera de clases?
-Aaarajo niños, si así andan tan jodidos, peor van a estar y sin haber aprendido casi nada de nada, ni a “ler” ni a leer en voz alta siquiera.
-¿Cómo ustedes?
-¡Shhh… cábrense cayones!, no le peguen a los de mi gremio, ni nos provoquen que comenzamos con mitotes callejeros otra vez y vaya que le costó trabajo al gobernador Astudillo meternos en orden y relativa paz.