¿Externos independientes?

 

Felipe Victoria

 

Reacomodar y reinventar requisitos tricolores para obtener candidaturas fue de lo más álgido, pero pretender quitar “candados” lo más riesgoso, copiándole al PRD su costumbrita de aceptar candidatos simpatizantes externos.

De alguna manera el ocurrente creador del recurso fue Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, con su “corriente democratizadora” en 1988, se les brincó las trancas y terminó registrando un nuevo partido del sol azteca, al que emigraron priístas inconformes por falta de oportunidades.

Hasta antes de esa metamorfosis de la partidocracia mexicana, solamente tronaban los chicharrones del PAN y el PRI, con partidos rémora en alianza.

No es raro que quienes logran escaños  por partidos pequeños, hayan brincado del PRI disfrazándose de petistas, verdes ecologistas, aliancista y otras modalidades; de esos chapulineos no se salvó ni Convergencia antes de cambiar a Movimiento Ciudadano.

Cárdenas, Muñoz Ledo y Andrés Manuel López Obrador fueron priístas, a partir de entonces la fidelidad a los estatutos partidarios pasaron casi a ser letra muerta y comenzó la debacle del poder por el poder.

Obtener la concesión de un registro es buen negocio y las olvidadas son sus bases. ¿Cuánto cuesta obtener una candidatura por  diputaciones, alcaldías, senadurías, gubernaturas o la Presidencia?. En ninguno de los casos el monto de lo que cobran de sueldos equivale a lo invertido y ahí es donde la puerca tuerce el rabo y nacen las sospechas.

Lo que puso de cabeza la gran asamblea priísta fueron las legítimas aspiraciones de muchos que se sienten candidateables todavía a la Presidencia, pues el conciso Grupo Atlacomulco no quiere soltar prenda, pero sus gallos andan medio desplumados y no convencen.

Luis Videgaray se tambalea, Eruviel Ávila y Luis Enrique Miranda Nava ya casi se convencen de que no se les haría a menos que se le ocurriera a Enrique Peña Nieto en algún arranque fortuito, porque ya está visto que el preferido es Aurelio Nuño, pero por aquello del no lo digan, pusieron en el top ten a José Antonio Meade Kuribreña, buen funcionario expanista que no llena el requisito de los diez años de militancia priísta, pero qué caray si para eso son las grandes asambleas que rompen y quitan candados.

Desconsolado el hidalguense Miguel Ángel Osorio Chong, al que se la pasaron inflándolo, pero sus llamativas piezas oratorias sobre la seguridad no han coincidido con los resultados y así no le alcanzarían las canicas.

Por el descontento popular con todos los partidos comenzó a cobrar fuerza el anhelo legítimo de candidaturas ciudadanas independientes, que tenían atrapadas en tener que alquilar estructuras de partidos registrados y le bajaron dos o tres rayitas a los impedimentos, anunciando que se abrirán a candidaturas externas, aunque prácticamente son junto con pegado.

Por ejemplo para la alcaldía de Acapulco, es muy nombrado un joven empresario exitoso en el ramo de la seguridad privada, que ha picado piedrita desde hace mucho ganando adeptos afiliados a su Fundación con por ahí de treinta mil afiliados que pudieran tener gran peso electoral como fiel de la balanza.

¿Recuerdan ustedes por cuantos votos perdió la elección el priísta Marco Antonio Terán Porcayo contra el joven perredista Jesús Evodio Velázquez Aguirre?

Para Acapulco el PRI tiene gallos muy jugados como Ernesto Rodríguez Escalera, que ya perdió en dos ocasiones; Fermín Alvarado, derrotado por Luis Walton, del MC, más Julieta Fernández Márquez y Ricardo Taja, debutantes en esas lides.

Nada remoto entonces que el PRI, urgido de recuperar Acapulco optara por recurrir a un candidato simpatizante externo que si tenga respaldo popular.

Igual andan buscando desesperados los del novedoso MORENA a cualquiera para candidatearlo, pero no superan la premisa hankista de que “político pobre es un pobre político” y nadie se arriesga a quedar atenido a la fama de AMLO para ganar Acapulco, donde el MC trae un prospecto más sólido con el que aliarse en un momento dado.

Del blanquiazul en Guerrero y Acapulco bien sabido es que hay más panaderías y bolilleros que panistas, y entonces buscarán con quien unirse, sea el PRD o hasta el mismísimo PRI; el PT y el VERDE ya se sabe que navegan pegados a los grandes para recoger migajas.

Los grandes cambios en el PRI preparándose para las elecciones de 2018 dan la impresión que se saben derrotados de antemano por el hábil López Obrador con mucho arrastre, pero todavía no suficiente porque la mitad de electores le tienen recelo y la gente que lo rodea no cuenta con buen prestigio, hay estigmas como el de René Juvenal Bejarano que se quedan para siempre.

En fin, el electorado mexicano como ante una mesa de ping pong ve cómo se pasan la bolita y de plano a nadie le quiere apostar en esta partidocracia que ya hiede, pero les inculcaron el miedo a cambios drásticos y estallidos sociales.

Muchos lo sueñan pero nadie lo dice por prudencia, quizá la hora de sacar de la jugada a los partidos y que las fuerzas armadas retomaran las riendas para imponer el orden, la seguridad y la paz ya esté más cercana.

Esa reciente visita de AMLO a Chile nos hace recordar lo sucedido a Salvador Allende con Augusto Pinochet.