* ¿Qué pasa en Tierra Caliente?
* El hartazgo social llegó al límite
* Sin escuelas ni centros de salud
Jorge VALDEZ REYCEN
A inicios del año 2000 los habitantes de varios municipios de la Tierra Caliente iniciaron un movimiento de protesta con la intención de separarse geográfica, política y económicamente de Guerrero y anexarse al vecino estado de Michoacán. Así de enorme era la molestia y enfado de sus habitantes ante lo que, pretextaban, era el abandono a sus demandas.
La crisis melonera de las empresas maquiladoras que cerraron, la ausencia de inversión en el agro, la interminable ampliación de la carretera de cuatro carriles que sería el inicio de la autopista Ciudad Altamirano-Iguala, eran los motivos principales de enardecidos calentanos.
El gobernador René Juárez Cisneros pidió al presidente Vicente Fox Quesada la intervención de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), pero no hubo respuesta. Era la crisis de recortes presupuestales. Entonces se tomó una decisión: construir con recursos propios la carretera de cuatro carriles hasta Arcelia. La presión cedió.
Personalmente Juan Farill Herrera, titular de la SDUOP, encabezó los trabajos que se hicieron en tiempo récord. No había tiempo para fallas. Y se concluyó la obra. Hubo fiesta, y se conjuró aquella protesta.
Hace 17 años de aquel episodio. Ahora es la crisis de violencia provocada por bandas criminales importadas de Michoacán, por el efecto “cucaracha” y por motivaciones delictivas de grupos locales, han conmocionado a la región de Tierra Caliente y propiciado una migración masiva de familias. Ha sido un éxodo doloroso ante la barbarie de homicidios, secuestros, extorsiones y otros delitos.
Se habla de 60 hombres armados que se hacen llamar “Los Tequileros”, cuyo cabecilla Raybel Jacobo de Almonte, ha consumado decenas de secuestros masivos y homicidios en los municipios de Ajuchitlán del Progreso y San Miguel Totolapan. Por tierra y aire se desató una cacería humana en su contra, pero ha sido escurridizo y utiliza como escudos humanos a pobladores a quienes ha brindado ayuda en dinero, producto de los botines obtenidos ilícitamente. Es decir, compró apoyos.
El hartazgo social de los habitantes llegó al límite de armarse y decidir enfrentar la violencia con más violencia. En estos juegos de guerra, la población indefensa como niños, mujeres y ancianos son los perjudicados. Cierre de escuelas, centros de salud, comercios, lugares de esparcimiento han alterado la vida apacible de comunidades que viven en zozobra.
La zona vive un estado de psicosis colectiva ante rumores de balaceras y ejecutados con saña demencial. Un periodista ha sido víctima de esa vorágine interminable de violencia, por ejercer su función informativa.
Un alcalde ha huido con su familia de Teloloapan por amenazas inminentes en su contra por parte de grupos delictivos.
Las Bases de Operaciones Mixtas (BOM) con presencia de tropas del Ejército y la Marina han obligado a “Los Tequileros” a reducir su accionar delictivo, con estrategias de prevención del delito, retenes y patrullajes. El cerco se estrecha en esa cacería humana.
Las labores de persuasión a la población civil de continuar sus actividades normales no han sido efectivas ante el miedo y la psicosis. Y ésta sólo acabará cuando se desarticulen por completo estos reductos delictivos y se restaure el tejido social acompañado de terapias hacia niños y mujeres que sufren ese terrible stress de guerra.
Lo que dolorosamente se padece en Tierra Caliente, se replica en otras regiones. La atomización delictiva en bandas, células, debe obligar al Grupo de Coordinación Guerrero a rediseñar la estrategia, evaluar su efectividad en corto plazo. No hay tiempo para fallas.
Nos leemos… SIN MEDIAS TINTAS.