* ¡Por fin! Un Hasta aquí a lucradores

* Astudillo tronó contra chantajistas

* Bloqueos hasta para pedir millones

 

JORGE VALDEZ

 

No hace ni un mes y medio, uno de los dirigentes de tantos grupos sociales que han pululado en el desconcierto del uso de bloqueos carreteros, como forma de presión (que no lucha), para obtener cualquier clase de beneficios personales y grupales, en el colmo del cinismo expresó: “Si no quieren que bloqueemos la Autopista del Sol, que nos den un millón de pesos”.

La amenaza fue reproducida por varios reporteros en algunos diarios, lo que evidenció el modus vivendi de ciertas asociaciones civiles utilizadas por pseudo líderes para obtener dinero que les permita subsistir en un vicio arraigado en la subcultura del chantaje político. El silencio oficial fue la respuesta a la valentonada.

No pasó mucho tiempo para que en Iguala una agrupación desconocida, utilizara los bloqueos carreteros como forma de extorsión. La respuesta fue el uso de la fuerza pública, ante la cerrazón de quienes esgrimieron el uso de motosierras eléctricas, machetes, garrotes y piedras para hacerse escuchar en sus peticiones, la mayoría exigiendo dinero.

La extorsión y el chantaje se han usado desde hace mucho tiempo contra los gobiernos por parte de grupos sociales de distintas filiaciones políticas, étnicas, sociales y culturales. Organismos No Gubernamentales (ONG’s) también han sucumbido en esta práctica viciada de obtener dinero oficial, so pena de crear una campaña de desprestigio, intimidación, descalificación contra los gobiernos.

Claro que muchas voces se han alzado para condenar esta práctica que se ha vuelto costumbre. Lo han hecho con nombres y apellidos de lidercillos y otros que tienen cooptados a medios de comunicación por intereses económicos y políticos muy identificados a la lucha social disfrazada de negocio.

Desde los gobiernos siempre hubo tolerancia y hasta complicidad para distender cualquier conflicto, a base de billetazos. Era parte del cochupo, para admitir esa subcultura del chantaje y la extorsión. Y en años floreció ese negocio encubierto, tolerado, de corromper la lucha social.

Lo de Iguala, con la desconocida asociación “Ángel de la Paz”, fue el rompimiento de esa subcultura del chantaje.

Sí, Astudillo dijo ya no más.

Se acabó ese tipo de chantajes donde el uso desmedido de argumentos faltos de ética, con la intención de obtener dinero del gobierno, era un tema pendiente de la agenda gubernamental.

Ya era un clamor popular que alguien les hiciera frente a las organizaciones con distintos membretes que han lucrado con movimientos disfrazados de buenas intenciones, que esgrimen los bloqueos como arma política de presión.

Algunos de esos dirigentes cuentan con órdenes de aprehensión, libradas por las autoridades jurisdiccionales, por diferentes delitos que han burlado la acción de la justicia bajo el amparo de promover una lucha social. ¡Ya basta! La ley debe aplicarse con todo rigor.

Lo sucedido fue la explicación razonable de que nadie estará por encima de la ley.

Las declaraciones del gobernador Astudillo fueron claras: “nomás faltaba que estuviera sentado esperando a ver a quién se le ocurre chantajear al gobierno”.

La gente tiene un reconocimiento a los auténticos luchadores sociales, aquellos que sí representan los intereses populares por encima de todo, pero también es reprobable que ese tipo de expresiones sociales se hayan prostituido. Eso es lo condenable.

Nos leemos… SIN MEDIAS TINTAS.