¿Partidocracia en crisis?

 

Por Felipe Victoria Zepeda

 

Quienes de alguna manera ejercemos el periodismo, ya sea contratados con todas las formalidades y prestaciones laborales por empresas de medios impresos o electrónicos y digitales, o en calidad de colaboradores, debemos ante todo ser objetivos y veraces en cuanto a los hechos comunes.

En cuestiones políticas debemos conservarnos “apolíticos e imparciales”, dejando a un lado las simpatías o preferencias personales que en su momento hacemos patente en las urnas de manera secreta, pero no debemos hacer proselitismo oficioso.

Si se trata de campañas para orientar opiniones ya es cuestión de ser contratados para ello, debiendo señalarlo porque además de algo hay que conseguir “para la leche de la chata” y tratándose de una actividad lícita, no es indebido cobrar.

Lo molesto para algunos y riesgoso para nosotros, es cuando nos enganchamos en persecuciones de personajes de la política exhibiendo sus fallas o pillerías, porque los aludidos se imaginan que sus enemigos patrocinan las críticas que confunden con ataques de mala leche y así como unos tenemos derecho a la libre expresión, otros hacen suyo el de ordenar desquites pasando de la intimidación y advertencias, a las represalias en varios grados de gravedad.

Difícil entonces querer mantenerse haciendo señalamientos y salir ilesos o con los bolsillos limpios.

Por lo regular cuando se “habla bien” del quehacer de los funcionarios y políticos, ni se dan por enterados, o su educación no les alcanza para dar las gracias con un simple telefonema; pero si se dicen cosas incómodas, el enfoque cambia radicalmente.

A pesar de todo, en el México de hoy ya no como quiera se atreven a mandar asesinar periodistas, porque es caro y complicado, en esos casos el tan desunido gremio por lo menos pega de gritos unos días y hace escandalera.

Para no ir muy lejos, hace unos días el ogro Donald Trump se excedió “castigando” a varios medios influyentes en los USA y les dijo que son deleznables BAD JOURNALISTS, pero seguramente alguien de buena fe le debe haber recordado cómo le fue a Richard Nixon cuando lo del Watergate que le costó la Presidencia y, como por arte de magia, ya comenzó a bajarle de espuma a su chocolate aunque odie a los periodistas de allá. No hay borracho ni loco que coma lumbre y a nadie le conviene enemistarse con la prensa.

Yo recuerdo muy bien cuando Miguel Nazar Haro y su compadrito Javier García Paniagua, en la DFS aconsejaban a funcionarios que pedían su ayuda para “silenciar periodistas incómodos” y les decían que en primera: si les molestaba lo que publicaban de ellos, evitaran leerlo, sin engancharse; segundo, que si continuaban las críticas o ataques, trataran ante todo de limar asperezas mediante sus jefes de prensa; tercero, hacerlos sus cuates o aliados por las buenas sin dejarse chantajear, y si ni así entendían, proceder legalmente en casos de calumnias, pero nunca meterse en enredos mortales.

Los altos funcionarios y políticos mexicanos algo aprendieron de cuando en mayo de 1984 optaron por mandar asesinar al columnista Manuel Buendía Tellezgirón en el DF y después en febrero de 1986 al escritor y periodista Carlos Loret de Mola Mediz en territorio guerrerense.

Sí, han caído docenas de periodistas desde entonces, pero quizá en situaciones no muy claras de que las muertes se debieran a su ejercicio profesional estrictamente, sino más bien a líos personales por a veces andar pisando chueco.

Como sea, en veintidós años que llevo radicando en Guerrero no tengo queja de sus gobiernos municipales ni del estatal; las discriminaciones y bloqueos son cuestión aparte de empleados mediocres que no entienden bien sus funciones, que olvidan que ellos dejarán de ser burócratas y nosotros seguiremos siendo periodistas.

Por supuesto que no es lo mismo algo que se publica en un periódico o revista, o se dice en la radio y la TV, que lo que se plasma en un libro, se edita y publica para la posteridad, pero al cabo quienes no acostumbran leer, nunca lo entenderán.

En fin, que el entorno mexicano de este 2017 comenzó a complicarse más de lo esperado con el arribo al poder de un personaje que trae malas intenciones contra todos los mexicanos, pero más sobre los políticos y los partidos en franco desmoronamiento.

Cuando los USA y el clero presionaron a finales del Siglo XX para que se diera la alternancia en el poder, dejando noqueado sobre la lona al antes invencible PRI y permitiendo la entrada a Los Pinos a dos blanquiazules: Vicente Fox y Felipe Calderón, los resultados fueron contrarios y el PAN perdió la confianza popular.

Con la sapiencia y marrullería de antaño, el PRI se las ingenió para recuperar el mando nacional y aquel primer día de diciembre de 2012 cuando los mexicanos se despertaron, encontraron en su espejo que el PRI estaba de vuelta, aunque presumía de ser uno nuevo  y transformado.

En el inter el PRD fue creciendo, pero la ambición de poder por el poder corrompió a sus tribus y corrientes, al grado que su nuevo líder López Obrador les botó el arpa y registró a su Morena, donde el problema es que lo integran muchos tránsfugas reciclados y confían en crecer sus afiliaciones con el éxodo que viene. ¿Agoniza la partidocracia?