Trumpezones electoreros

 

Por Felipe Victoria Zepeda

 

Los estertores de la partidocracia no pueden soslayarse en este México convulso que nadie imaginaba se descompondría tanto.

Durante el Siglo XX el que partió y repartió el pastel fue el Partido Revolucionario Institucional en sus distintas formas, desde aquel PNR de 1929 y después PRM hasta el actual PRI, que tras quedar noqueado sobre la lona en 1994 tuvo que permitir la alternancia en el poder en el 2000, para que el tradicional opositor PAN “se diera las tres” con el poder en dos sexenios sucesivos.

Pero Vicente Fox y Felipe Calderón Hinojosa lejos de mejorar la situación sucumbieron ante la Ley de plata o plomo engolosinándose con las mieles del narco, pero ensangrentando al país con su fallida y simulada guerra antidrogas; para colmo uno fue mandilón tolerando la voracidad de su Martita y “Vamos México” que fue un saqueadero fabuloso y la dipsomanía del sucesor panista michoacano lo hizo caer en las redes del torvo Genaro García Luna, amo y señor del control y extorsión a los cárteles.

Ni por equivocación demostraron los blanquiazules más honestidad ni menos voracidad en las desviaciones del presupuesto público, descubriendo el negociazo de equipar y modernizar corporaciones policiacas, disque capacitarlas para ser acreditadas y certificadas, pero se les olvido moralizarlas.

El tránsfuga priista tabasqueño primero se hizo perredista financiado por Camacho Solís y Marcelo Ebrard, le dieron el gobierno del DF y le entró la ambición de ser presidente, pero en 2006 no pudo contra Calderón ni en 2012 contra Peña Nieto.

Haya sido como haya sido, Andrés Manuel López Obrador se agenció el control del PRD desplazando al patriarca Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y de paso se apropió del rémora PT, pero cuando se comenzó a infiltrar demasiado el narco en el amarillo sol azteca como en Iguala, El Peje hizo como que pintaba su raya para impulsar y hacer crecer su llamativa MORENA.

A estas alturas lo que aún queda del PRD multifragmentado en tribus y corrientes sin disciplina ni unidad, entra en vertiginosa fase de desmoronamiento letal para su amorenamiento obligado.

El panorama electoral mexicano hacia el 2018, de antemano desbaratado porque el pueblo ya no le tiene fe ni confianza a ningún partido pues todos le han fallado, ni hay como determinar cuál es menos corrupto y menos inepto.

PRI, PAN, PRD, PT, VERDE ECOLOGISTA, PANAL y otros entran en muerte súbita; se salva el MC por ser relativamente nuevo y el debut del MORENA es muy esperado pero no convence a muchos, porque lo integran los mismos saltimbanquis de siempre.

En el inquieto y codiciado Acapulco las cosas no tenían por qué ser distintas, tres cuartas partes del Siglo XX fue municipio de alguna manera tricolor, hasta que en 1999 el empresario de corazón blanquiazul pero disfrazado de perredista externo logró la presidencia municipal, seguido por los genuinos perredistas Alberto López Rosas y Félix Salgado Macedonio del 2002 al 2008, en que regresó a la alcaldía Manuel Añorve Baños, no por dedazo familiar sino por elecciones, pero no convenció e igual le falló conseguir ser gobernador.

La tragedia de Iguala descompuso la imposición del neo perredista  Angelito Aguirre Herrera en la presidencia municipal y echaron mano del enjundioso Jesús Evodio Velázquez Aguirre, cuya impetuosidad le hace tropezar y le dificulta reelegirse, teniendo a la vista competidores como Alberto López Rosas y quizá Rubén Figueroa Smutny, que en el PRI ya no tiene cabida.

Benito Juárez bien diría que en Acapulco hay todo un reborujo de ambiciones desatadas anticipadamente por la alcaldía en 2018; el priísmo acapulqueño ya resucitado por Fermín Gerardo Alvarado Arroyo no está completamente decidido a candidatearlo de nuevo por que la perdió contra Luis Walton en 2012 y porque Julieta Fernández Márquez trae tras de sí la innegable fuerza de su marido Manuel Añorve Baños.

El oncólogo Terán Porcayo y el comerciante de educación particular Victor Jorrín no se animarán otra vez, así que en el Partido del Movimiento Ciudadano mencionan como candidateable al inquieto diputado Ricardo Mejía Berdeja, escaso en carisma y popularidad, coahuilense además.

Ante el descrédito de los partidos políticos a nivel nacional y municipal para el 2018, crecen las expectativas de los que se animen a buscar candidaturas independientes, muy apuntado “El Bronco” de Monterrey para mudarse a Los Pinos  y el Jorge Castañeda; para el Palacio Papagayo de Acapulco el joven empresario en seguridad privada Joaquín “Jacko” Badillo Escamilla que no ha dejado de picar piedrita acercándose a la gente.

La moneda está en el aire para todos los aspirantes suspirantes para el 2018, se trata de un maratón de resistencia y constancia pero de recursos suficientes para hacer campañas que convenzan en el momento adecuado.

No faltan quienes maduren aquella propuesta de una subasta pública por la alcaldía, en beneficio de las arcas secas que siempre dejan al que llegue, pero es algo que no debe explicársele de gratis a nadie, e importaría terminar con la deshonestidad y trucos electorales de siempre, que ya nos tienen hasta la coronilla.

Los votos andan costando más de mil pesos cada uno y para conquistar una alcaldía como la porteña se juegan por ahí de cien millones de pesos, entonces los que no los tengan en mano, que ni se metan a estorbar.