* Enseñanza de la marcha

 

Isaías Alanís

 

El pasado domingo apareció el fantasma de la chacota bajo el imperio de la desunión. Dos marchas congregaron al menos a 17 mil almas en la CdMx. Unos a favor del presidente mexicano y contra Trump, la otra, más o menos semejante pero con un agregado, el repudio a EPN. Dos visiones que empequeñecen al problema de pertenecer a una nación dependiente de EE.UU. Es desintoxicante que los mexicanos salgan a la calle a protestar contra las medidas adoptadas contra México y los mexicanos por Donald Trump, y que lo hagan con fuerza y tremor.

Pero tratar de manipular a las masas desde el seno del poder del Estado o de los medios masivos, como les resultó el domingo pasado, es una muestra de que ambos poderes deben de buscar nuevas estrategias. No se trata de profundizar en el interior de los dos personajes que las convocaron. No, lo trascendente es intentar penetrar en el tembloroso espejo del poder que las manipula.

El propio rector de la UNAM, Enrique Graue, resultó chamaqueado. Al igual que mucha gente que salió a la calle a ostentar un nacionalismo de verdad o de pose.

Lo temible de todo esto, es que los analistas y estrategas de Trump, se le van a tirar a la yugular al presidente mexicano: “Organizas marchas que no juntan ni a la familia pinolera, a la clase política, a empresarios y gente de razón; mucho menos son capaces de incendiar el furor nacionalista de los mexicanos contra mi gobierno, luego entonces, con más razón, no solo voy a levantar el muro, entrometerme en su política interna y de seguridad, también, me voy a burlar de ustedes, hijos de los “bad hombres”.

Las organizadoras y organizadores al colocar a la figura presidencial semi visible en el contenido de la movilización, le pusieron un cartucho de dinamita al presiente mexicano en el cuello, y a Donald Trump le dieron mayores elementos para continuar con su política injerencista y grosera contra México.

Flaco favor le hicieron al presidente Miranda de Wallace y Herrejón. Y flaco favor a una verdadera movilización nacional y mayúscula contra las medidas de Trump.

La marcha del domingo se quedó en un experimento fallido que le traerá peores consecuencias a México por las delicadas negociaciones que se realizan con desventaja de los mexicanos con los halcones de Washington.

Ni lo duden, la cuenta de tuiter de Trump va a comenzar a bombardear con sus críticas expansivas y endémicas a su homólogo mexicano, o si el canciller de la Casa Blanca, perdón, de Malinalco, Luis Videgaray Caso, logra esquivar las saetas envenenadas del equipo de Trump o de plano se regresa a México, o a Malinalco a rumiar su ineficacia ante el supremo poder del imperio gringo.

Marcharon 4.5 millones contra Trump en Washington y Chicago; el domingo pasado, salieron a la calle a protestar contra el mismo Trump, nada más en la CdMx, una cifra cancina, 17 mil seres humanos.

La diferencia de guarismos indica la calidad de la marcha y el creciente descontento de los norteamericanos en contra de su gobierno. Y la de México, solo demuestra que el llamado a la unidad de los mexicanos tiene que surgir de otras vías.

Sería interesante que en su conjunto los partidos de la “izquierda” ceremonial, el propio PRI, PAN y sus aliados, convocaran a una mega marcha para medir su capacidad de convocatoria. O que las organizaciones civiles que existen en México, sindicatos, gremios, estudiantes, etc., lo hicieran para medir el impacto de una y otras.

Lo extraño es que la etiqueta “VibraMéxico”, pasó a tercer término cuando apareció la otra: “VibroContraPeña” y comenzó a desaparecer la importancia del VibraMéxico, marcha que nació de un extenuante y aburrido programa de Televisa en el que Enrique Krauze, Héctor Aguilar Camín, Jorge Castañeda, Rubén Aguilar, Carlos Loret de Mola y Joaquín López-Dóriga, medio conducido por Denisse Merker.

Durante ese programa que se transmite a las diez de la noche, de los intelectuales totalmente televisa, salió la idea de unir a México.

Y como nadie se traga el origen del tamal, llegaron a ese programa con ese objetivo. También a ellos les falló el cálculo político.

Actualmente los terremotos políticos, ya no se miden con la misma varita de espagirista ebrio. La sociedad civil tiene herramientas que a veces son mal utilizadas. Hay un hibridismo meta político cifrado en un ciber lenguaje que ha revolucionado la protesta y la forma de protestar. Cualquiera con su sano juicio o ausencia de este, puede escribir perogrulladas o insultos en la red, sustentados en una posición personal que no siempre gira en torno a una realidad real que debe de ser el motor para sus señalamientos; en ocasiones, estos ataques se centran en personas pertenecientes a la vida pública. Y los políticos, no se han dado cuenta, no quieren entender o se hacen weyes de que esta sociedad con todos sus asegunes, ya cambió. Cambiaron sus códigos semánticos y lingüísticos, y desde luego su forma de ver el mundo circundante y responder activamente ante una situación de doble propósito como la marcha.

Los resultados están a la vista. ¿Quién ganó? ¿Los denostadores de Trump o los apoyadores de EPN en la marcha celebrada el domingo pasado 12 de febrero? Nadie ganó, todos salimos perdiendo y el odiado Trump, fue el único vencedor de la tarde.

Y como si todo hubiera estado plantado para complacer a los halcones del imperio, ya no se cantó el Himno Nacional en cadena con las demás sedes de la marcha.

Al final, solo los empleados municipales barrían la basura de pet y la policía capitalina hacia rondines en el vacío.

¿Qué aprendieron de esta marcha las partes oficiales y las no tanto?