Alejandro Mendoza
El económico y el político, son los dos grandes intereses que, al incumplir con el propósito del bienestar común, no permiten el desarrollo integral de una sociedad.
Todo futuro de un país pareciera estar sujeto a la visión y acción de sus gobernantes. Pero, sin duda, los gobernados también juegan un papel preponderante.
Y aunque la pretensión de toda sociedad debiera ser el mejoramiento de las condiciones de vida y el estrechar la gran diferencia de clases entre ricos y pobres, la realidad es que dependen de las políticas públicas de quienes gobiernan.
El deterioro de la credibilidad en las acciones tiene su caldo de cultivo en la falta de compromiso verdadero y de una honesta responsabilidad en el ejercicio de gobierno en beneficio de los gobernados.
La frivolidad, la insensibilidad, la ceguera y la perversidad, sepultan toda posibilidad de que los gobiernos, que permiten la contaminación con tales males, sean factor de probabilidades positivas para salir adelante.
El gran reto para los gobernantes actuales no es solo la eficiencia administrativa, o el manejo pulcro de los recursos públicos, o la eficacia de los servicios públicos, o el ordenado crecimiento urbano, o políticas públicas transparentes; en realidad se trata de la congruencia entre el pensar, el decir y el hacer de quienes ostentan la investidura gubernamental.
En este sentido, la realidad que observa y vive la mayoría es esta:
1.- Los que gobiernan carecen de un pensamiento consolidado y fundamentado con relación a la responsabilidad de gobernar sin egoísmos, sin distingos partidistas, sin intereses económicos y políticos contrarios al bienestar de los gobernados.
2.- Los que gobiernan dicen que harán muchas cosas en beneficio de todos, pero la verdad es que lo hacen en beneficio propio, de su familia, de grupo político, de su partido político. Dicen muchas promesas, pero no cumplen. De continuo los gobernantes dicen mentiras.
3.- Los que gobiernan hacen todo lo contrario de lo que piensan y dicen en sus “buenas intenciones”. Hacen injusticias y cometen acciones perversas y frívolas. Ejercen decisiones que profundizan la entramada red de complicidad e impunidad.
En este tiempo, la mayoría de la gente tiene de alguna manera conocimiento de que los gobiernos responden en gran medida a los intereses económicos y políticos con quienes se establecen acuerdos (necesarios o no) con el fin de detentar el poder para tener control esos dos grandes leviatanes.
El control político y económico es necesario para quien gobierna, pero esto debe ser con el propósito de lograr una gran coordinación y acuerdo de bienestar común, incluida la sociedad en su conjunto.
La realidad imperante es que los gobernantes optan, en la mayoría de los casos, por lo contrario. Aprovechan el poder para enriquecerse a partir de los oscuros pactos, motivados por intereses políticos y económicos, que nade tienen que ver con la visión de un gobierno estadista que decididamente anhela el real e integral progreso de su pueblo. En tal escenario se consolida la corrupción política y económica y contagia a todo el espectro de la sociedad. Por eso la gran mayoría no cree en su gobierno.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz.
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