* Autorretrato de Leonel Maciel
Isaías Alanís
Pintarse a sí mismo dentro de una obra de arte, ha sido una costumbre muy antigua. Una medida utilizada por escultores y pintores para trascender a través del lienzo o mármol, o bien una especie de firma de autor.
Desde el antiguo Egipto, Grecia, Roma y durante el Renacimiento, fue una práctica común. Son famosos los autorretratos de Durero y de Velázquez, de cuerpo entero dentro del cuadro de las Meninas.
Posteriormente esta práctica se extendió por todo el mundo del arte. Hay pintores que lo han convertido en una pasión cotidiana como José Luis Cuevas.
Pero en este caso, en las 23 obras que componen la exposición de Leonel Maciel titulada Autorretratos, como nos tiene acostumbrados a jugar con nosotros y con él mismo, Maciel nos permite entrar en el cosmos de su obra no a través de su autorretrato, sino de lo que él es cuando pinta.
Nebulosas de colores y formas, coyotes adheridos a una mata de luna, caballos con tulipanes como crines. Garrobos del tamaño de la punta de un alfiler intentando atrapar una mosca verde. Su percepción del mundo es tal, que choca con los convencionalismos incluyéndose a él mismo.
Maciel es un pintor de asombros, de rotaciones, de revoluciones, de mutaciones y cambios. Nada hay estático en su pintura, siempre fluyendo, acercándose al principio y al fin de todo. Al abrir sus ojos a la luz, a Leonel le regalaron en la Soledad, la compañía, el vivir solo y con todos.
Es un demiurgo capaz de mutar de la noche a la mañana. Ser un ser verde y despertar con una taza de café y un puro entre los labios como si la noche anterior el trueque de piel y de naturaleza fuera lo más cotidiano para un hombre que nos mira desde la balaustrada de sus ojos, con la misma curiosidad que un niño mira la bóveda de las estrellas y un trenecito eléctrico, o un visor tridimensional.
Porque si alguien sabe y conoce las dimensiones de la realidad, su tejido, la telaraña de sus interiores, ese es Leonel Maciel; por esta circunstancia no es de extrañar que esta exposición rompa con el concepto occidental del autorretrato, como el pintarse a sí mismo.
En 23 cuadros Leonel nos regala esa posibilidad de ser el todo y a la vez, nada.
El concepto que representa reunir este trabajo, es simplemente acercarse a lo que Maciel es. A su esencia de hombre de su tiempo que ve mirar el mundo con la misma pasión con la que pule un pincel o trabaja con ardor la tierra labrantía de la mujer amada con todos los colores inimaginables y tangibles, si es que el color se lo permite y el cuerpo también.
La paradoja de esta muestra es que los cuadros que la constituyen no tienen un tema lineal. Todo es cíclico. Leonel le da la vuelta al concepto tradicional del autorretrato y en estos cuadros todo lo que pinta es Leonel. Un Maciel multiplicado, porque finalmente todo lo que pinta es él. Un yo interior que se desplaza y diversifica. Se expande y concentra. No es el rostro fijo del artista. Es el todo que mira y lo que a través de la mirada es visto por el artista como un todo fenoménico: su pintura.
Su forma de mostrar el autorretrato, salta por encima de los convencionalismos clásicos occidentales. En palabras de Maciel es tan simple y complejo: “Todo lo que pinto soy yo. Yo soy eso que pinto porque el arte es mi esencia. Lo que yo soy, mis pensamientos, mis errores, mis virtudes, si es que existen. Ese soy yo y eso es lo que pinto. Me multiplico en el todo y con todo”.
Maciel se niega a convertirse en un ser unidimensional. Su esencia va más allá de eso.
Su epifanía de taumaturgo de los colores y formas, lo llevan a fraguar este trabajo con la misma paciencia con que narra una historia, con la misma pasión simple con las que ve pasar el mundo y lo atrapa tan suavemente en todo lo que es y no es.
En esa esencia que ha llevado a Maciel a romper con todo el concepto sancochado del arte y durante su larga vida de artista, a abrir puertas, sellar otras, tender puentes entre la realidad y el mundo, su mundo, su universo macielino donde caben todos los seres y criaturas, piedras, animales inventados o reales, formas, signos, trazos, colores que al final y principio de todo se convierten en una epifanía solar en la cual, el centro de todo, es el autorretrato de Leonel Maciel que se multiplica y expande como un dios antiguo, munífico y terrible en todo lo que toca, mira, pinta y narra.
La exposición AUTORRETRATO, de Leonel Maciel, será inaugurada el jueves 22 de diciembre a las 19.00 hrs., en el Centro Cultural Acapulco.