* Lección de prudencia a ‘Ayotzi’

* Malévolo juego de provocaciones

* El gato y el ratón… final muy malo

 

Jorge VALDEZ REYCEN

 

En política también hay “diablitos” malos, dijo Héctor Astudillo en Coyuca de Benítez.

Con picardía en el discurso, sin perder el sentido del humor, el gobernador Astudillo manejó la prudencia, como actitud respetuosa, ante la provocación de un eventual boicot de normalistas de Ayotzinapa y los padres de los 43 al desfile cívico-militar por el natalicio del consumador de la Independencia, General Vicente Ramón Guerrero Saldaña.

Astudillo se condujo en dos vertientes: en Casa Guerrero dijo que su gobierno quedó marcado por el Caso Iguala y la desaparición de los 43, y su exigencia sigue siendo la misma que los atribulados jefes de familia: que se haga justicia.

La otra fue en Coyuca de Benítez, donde un corto circuito provocado por “diablitos” en cables de luz provocó un incendio que arrasó con un centenar de locales. La mención de los “diablitos” en la política era ineludible, por cómo se han manejado los que hacen política. Astudillo ha sido cortante y hasta ácido en sus comentarios para con la presidenta nacional del PRD, Alejandra Barrales, a quien felicitó por hacer “turismo político en Guerrero”.

Lo de Tixtla fue una lección de prudencia, punto. No hay pleito con quienes se han extralimitado en sus muestras de dolor por la desaparición de un ser querido. Hasta allí. Lo demás, ya es harina de otro costal.

Astudillo fue prudente en no exponerse a una agresión anunciada, por quienes hasta se frotaban las manos y pulían las piedras que iban a lanzar. Nada pasó, porque se canceló.

Pero lo que aquí se analiza y la sociedad reprueba es ese juego malévolo de continuar el secuestro de autobuses, robo y saqueo de vehículos con alimentos y bebidas, “ordeña” de combustible y un sinfín de tropelías. No se justifica el delito cometido, en aras del esclarecimiento y la utópica exigencia de recuperarlos vivos, cuando existen voluminosos expedientes ministeriales que documentan un suceso de violencia demencial de grupos criminales de narcotraficantes contra estudiantes, aquella noche del 26 y madrugada del 27 de septiembre de 2014.

¿Van a prolongar por años esta lucha dolorosa? ¿Cuál es la utilidad o el fin de todo esto?

En la percepción de la mayoría de los mexicanos, el caso Iguala fue perpetrado por sicarios del grupo Guerreros Unidos, en colusión con policías municipales. Hay desaparición forzada y la Comisión Nacional de Atención a Víctimas debe proceder a la reparación del daño, sin pretexto ni dilación alguna. Si los deudos de las víctimas no los aceptan o prefieren donar a una institución o causa política, será por su libre albedrío.

En Coyuca de Benítez, Astudillo lo dijo de buena gana: “en política también andan por ahí ‘diablitos’… malos”.

Lo que el propio gobernador genera es la distensión de una entidad convulsionada por la narcoviolencia, a la que se agregan grupos antisistémicos con protestas y una nula agenda de prospectiva política en el gabinete de la política interna. El gobierno es reactivo a los problemas.

Lo de Tixtla fue un acierto. Pero el juego del “gato y el ratón” sigue… y no terminará bien.

Nos leemos… SIN MEDIAS TINTAS.