* Mohamed Molina: ¿nuevo canto costeño?

* Aquí Chilpancingo

 

Isaías Alanís

 

Tocar con la punta de las palabras el universo sonoro de Guerrero, es penetrar en caligrafías verbales y acentos de sus regiones. Es escuchar vibráfonos, pitos, flautas e instrumentos de percusión. Es acercarse al gran silencio de la música prehispánica, mestiza y rozar lo que media entre el otro tiempo y el de la conquista. Y la desgracia que no termina nunca para las comunidades del estado que han permanecido, lejos de centros de producción y arterias de comunicación que le den vida al corazón de la Baja y Alta Montaña, la Sierra y las regiones costaneras que al menos, hasta finales de los sesentas contaron con carreteras y puentes.

Cruzar las dos orillas “en barcos de madera” donde los suspiros se van, ha dado paso a modernos puentes que desgraciadamente se han convertido en presas de la delincuencias, como el de Zirándaro actualmente.

En la Costa Chica, el proyecto modernizador impulsado por haciendas algodoneras y ajonjolineras; la ganadería fina en pastizales inmensos que se extienden como la sabana africana en las comunidades de Cuajinicuilapa y la llanada oaxaqueña a la que le canta Baltazar Velasco en sus chilenas descriptivas, floreció la música con notables acentos europeos, latinoamericanos y la diversidad afromexicana y los pueblos originarios.

En la tierra donde nació Álvaro Carrillo, Vidal Ramírez, Catalina Noyola, Chogo Prudente, Fan Bernal, Indalecio Ramírez, los hermanos Vargas, Pepe Ramos y las guitarras mágicas de Ismael Añorve y Manuel Carmona, entre decenas. Mohamed Molina, apenas recién salido de la juventud musical en su natal Cuajinicuilapa ha encontrado un camino ya andado por otros trovadores.

Bonifacio Martínez y Jorge Añorve, hace algunos años iniciaron un movimiento musical tendiente a preservar la naturaleza. Su propuesta modificó la exaltación del regionalismo para adentrarse en una temática ecológica.

Mohamed, a quién conocí durante una caravana por la paz en San Luis Acatlán, plaza astronómica y centro integrador de la costa montaña. Por cierto, los talleres estuvieron mal programados. No había un trabajo comunitario previo y fueron un desmadre logístico. Les comenté que esos talleres deberían ser modulares para que todos los asistentes intercambiaran diversas disciplinas con los talleristas. No lo hice de mala fe, sino con la intención de terminar en Guerrero con esa costumbre de chambistas, extorsionadores de toda laya que viven como ricos de la pobreza de Guerrero. Desde los líderes de una organización y ONG’s, a proyectistas, diputados y senadores que se quedan con su “moche” y le entregan financiamiento a sus “socios” que nunca aplican los recursos a la población objetivo de Guerrero.

Mi experiencia como tallerista en México durante más de quince años avalaba mi propuesta. Sin decirme adiós, ya no di otro taller, y en esas condiciones me hubiera negado a impartirlo. Esos talleres fueron para chambistas, aunque había gente de valía, y por sentido profesional y ético me hubiera negado a ser parte de la simulación cultural de sus organizadores y promotores.

En San Luis Acatlán conocí a Mohamed Molina. Un joven callado, sencillo. Después de ese encuentro donde también traté a la mayoría de sus músicos, nos volvimos a encontrar en una reunión para la organización del festival de los pueblos negros. Me regaló un CD con sus temas y lo guardé en mi auto. Finalmente, en uno de tantos trayectos a la CdMex, lo escuché. Mi sorpresa fue mayúscula.

Mohamed retoma la tradición sonora costachiquense en su raíz musical y crea una nueva narrativa poética y estilística sonora. Sus temas rompen con la estructura formal tradicional y se acercan a un canto nuevo, por así llamarlo en calidad de mientras.

La chilena retoma su carácter tradicional, pero en la poética, Mohamed se acerca más a los trovadores modernos. Rompe el hilo rural con sus antecesores, pero le da continuidad. Hay una tradición de la ruptura y una riqueza poética en sus temas. El que más me gusta es “El creído”. Donde el discurso poético de Mohamed da un giro de ciento ochenta grados. En ese tema el desamor sustituye a las clásicas metáforas locales creyendo en lo que nadie cree, con tal de que el ser amado, crea en el sujeto amoroso. Es una metáfora social donde el lirismo de Mohamed transgrede lo que la sociedad alienada cree, y él lo transfigura en una ironía feroz que tiene como finalidad el impulso amoroso: “creo en Quetzalcóatl, creo en Kukulkan/creo en la selección y la femexfut/creo en Chabelo y sus catafixias/en el PRI y en el PAN/en el Ying y en el Yang”, pero en lo único que no creo, es creerte, cuando de mi tu te vas…”.

La negación de la mentira social, se convierte en una creencia ante la ausencia del ser amado. Su lírica personal la abre no sólo a su entorno como la mayoría de los trovadores costeños.

En otro tema sobre las fronteras, el canto costeño se globaliza y se convierte en una continuidad de la protesta latinoamericana hacia lo universal. Mohamed, pide que se acaben las fronteras, que los hombres de los continentes las derriben, se finiquiten las barreras bajo el único camino que le queda al ser humano, la libertad.

En un espacio periodístico no puedo abordar con precisión un breve ensayo sobre la nueva poética costachiquense de Mohamed y sus influencias musicales. En lo que sí creo, aunque él no lo crea, es que tendremos a Mohamed Molina para rato y con éxito.

AQUÍ CHILPANCINGO

¿Por qué Chilpancingo no cambia como otras capitales del país?

A finales de los ochentas, Tuxtla Gutiérrez era un pueblote como Chilpancingo. Ahora es una ciudad desarrollada. El avance en Chilpancingo es efímero: la remodelación de la Plaza Primer Congreso de Anáhuac, con Alejandro Cervantes, la llegada de la Comercial, la Ciudad de los Servicios que ni es ciudad ni tiene servicios, el Museo La Avispa y Plaza Galerías, la nueva unidad deportiva. En Chilpancingo no pasa nada. ¿Por qué sigue igual, sin planeación urbana; sin hospitales, infraestructura cultural, parques, jardines, plazas populares para la recreación y oficinas federales como el SAT, ISSSTE?