* Leyva Mena: Le llueve en su milpita
* Trimestre económico histórico: INEGI
* Astudillo: soy el gobernador; no peleo
Jorge Valdez Reycen
Mal y de malas anda el alcalde Marco Antonio Leyva Mena.
Como si fuese un imán, ha acaparado voces discordantes, suma malquerientes todos los días, y francamente se han vuelto abundantes las críticas a su forma y estilo de hacer política y ‘gobernar’ la capital guerrerense. Y es verdad: Chilpancingo luce un evidente abandono de los servicios públicos, como por ejemplo el de recolección de basura, se observa un confuso tratamiento al problema del relleno sanitario –inconcluso y mal planeado—, el transporte público es caótico, son muchas las denuncias de corrupción en áreas sensibles del quehacer municipal y el equipo de trabajo que puso el munícipe en la comuna es, además de anodino, francamente inútil.
Leyva Mena se ha aislado. Sus críticos coinciden en que es proclive a la mentira, a la simulación, a la informalidad. Aseguran que su temperamento es inestable. Su ausente compromiso de campaña de escuchar a todas las voces, aunque sean críticas, le ha atraído el cuestionamiento cotidiano de varios sectores sociales. Poco hábil para hacer política, acapara adversarios. Está peleado con trabajadores municipales, a quienes tachó de “aviadores”, y tiene diferendos con grupos diversos. Se le imputan falta de pericia y oficio político para resolver los problemas de la ciudad y del municipio. En pocas palabras, anda mal el alcalde.
Posiblemente haya algún fondo político detrás de todas las críticas que se le hacen, pero al parecer le preocupa muy poco que en círculos políticos de más alto nivel, aquí en Guerrero y en la Ciudad de México, se analice ya qué habrá que hacer con él y su futuro político inmediato. Por eso ya lo motejaron como El Pavo. Para quien no entienda, se lo decimos de otra manera: dicen que no llega a diciembre.
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El INEGI reportó un crecimiento del 6 por ciento en la economía de Guerrero durante el primer trimestre de este 2016. Esto tiene una explicación: el gobierno de Héctor Astudillo ha hecho la una tarea titánica, histórica, para recomponer lo que gobiernos anteriores dejaron patas arriba y de cabeza en materia de desarrollo económico.
Astudillo tiene sobradas razones para estar contento por lo logrado en este rubro. Su decisión de imponer orden en las finanzas públicas ya tiene resultados reflejados en los números, sí en las cifras cuadradas, sin pasión ni colores partidistas.
En medio de una semana de sobresaltos por la violencia desatada por los grupos criminales que se empeñan en sembrar el temor y preocupación colectivas, que tuvo su momento álgido con la cobarde ejecución de Ambrosio Soto Duarte, en tierras purépechas, se puso de relieve la animosidad de otros ediles nerviosos y angustiados.
Fue necesario un cónclave entre Astudillo y los alcaldes para pedirles extremen sus precauciones y no se hagan pasar como héroes.
Sí hay alcaldes amenazados de muerte y chantajeados por grupos delictivos. Eso ya no es noticia. Lo que sí debe serlo es que el objetivo que persiguen dichos grupos es el poder político, puesto que ya tienen el económico. Ahí es donde radica lo peligroso del tema, incluso para la gobernabilidad de cada municipalidad.
En Iguala le preguntaron a Astudillo si tenía pleito con Evodio Velázquez Aguirre, el alcalde de Acapulco que hoy es objeto de una tunda mediática. El gobernador sólo esbozó una sonrisa enigmática y respondió:
–Yo soy el gobernador… y no me peleo con nadie.
Nos leemos mañana… SIN MEDIAS TINTAS.