Libertad SI, libertinaje NO

 

Felipe Victoria

 

Cuentan que los 7 de junio conmemoraban en México y los estados la “Libertad de Prensa”, porque la Libertad de Expresión es un derecho humano básico, constitucionalmente garantizado, que contribuye al ejercicio de otros derechos y libertades fundamentales como la de prensa, los derechos de reunión, de asociación, de petición y de participación política.

Confundieron la fecha como festejo a “periodistas” y organizaban certámenes para premiar sus trabajos.

Nadie olvida los fiestones de Aguirre Rivero y René Juárez Cisneros, porque se rifaban electrodomésticos y hasta automóviles, pero la mala conducta vandálica de muchos usurpadores dio al traste con la tradición y con Zeferino Torreblanca ya no hubo ni el certamen ni premios para nadie. De hecho le tenía sin cuidado lo que pensara, escribiera o dijera el gremio de él.

En consecuencia y como el horno no está para bollos, ni Héctor Astudillo debe andar muy contento con las presiones de algunos comunicadores que se les ocurre exigir que les patrocinen viajes al extranjero, y no hubo eventos faraónicos como antaño.

Hace unos días el presidente del Tribunal Superior de Justicia del estado se marcó un precedente a los que acostumbran andar pasando la charola por distintas razones.

Bastante hace el gobierno estatal apoyando a los medios y a periodistas con publicidad institucional; son en todo caso las empresas quienes debieran estar al pendiente de las necesidades económicas de los que de algún modo trabajan para ellas, no “Papá Gobierno”. Ojalá Alfonso Navarrete Prida discurra darse una asomadita.

Existe mucha confusión con que se puedan decir libremente cosas incómodas, alegan algunos que “limitar la libertad de expresión impide al individuo manifestar sus propias ideas y evita que la información necesaria llegue al interesado para la toma adecuada de decisiones”.

En México, la Libertad de Expresión se contempló desde Morelos y ya en la Constitución de 1824 con Guadalupe Victoria. En los tiempos de Benito Pablo Juárez García legislaron para que los mexicanos se expresaran libremente, derecho que se vio criminalizado durante el Porfiriato, cuando requisaban y destruían las imprentas, encarcelando periodistas como los hermanos Flores Magón.

La libre manifestación de las ideas está consagrada en nuestra Carta Magna promulgada en Querétaro, en febrero de 1917, por instancias de Venustiano Carranza en sus artículos 6º y 7º; dígase lo que se diga, ese derecho es respetado, pero nada impide las venganzas y represalias arteras.

Fundar un medio y mantenerlo activo es una proeza y difícil empresa que supuestamente debe mantenerse de publicidad contratada por anunciantes, que no son mecenas altruistas ni filántropos, sino comerciantes al fin.

Nadie se anuncia en medios que no circulan, ni en estaciones que no se escuchan, ni canales que no se miran. Si sobreviven es gracias a los solidarios convenios oficiales por el interés de que el pueblo conozca las cosas buenas que sí hacen, pero igual les preocupa que a los funcionarios no les tiren duro ni los ridiculicen, mucho menos que los exhiban en torpezas y trastupijes. Se trata entonces de una conveniente simbiosis.

En el gobierno del presidente Miguel Alemán Valdés, se estableció el 7 de junio de 1951 como el Día de la Libertad de Expresión en México. Se trataba de limar asperezas entre dueños y editores de medios impresos y electrónicos con las autoridades gubernamentales que les controlaban el papel y la tinta fiándoselos, así como las concesiones de radio y televisión sin exigir puntualmente el pago de impuestos.

El presidente Luis Echeverría, en 1976, añadió a esta celebración, la entrega del Premio Nacional de Periodismo a los más destacados miembros de la prensa escrita y electrónica por sus trabajos desarrollados durante el año anterior en los diversos géneros periodísticos. Pero igual castigó a los periodistas insumidos que lo criticaban, como Julio Scherer García en la dirección de la cooperativa del Diario Excélsior y lo mandó sacar a empellones en 1976.

A 65 años de ocurrírseles el gran festejo nacional, sigue siendo un tabú que realmente se puedan manifestar las ideas de cualquier individuo y en donde sea. Los más afectados son los periodistas que al ejercer su derecho de libertad de expresión han perdido la vida, quizá por exceder límites prudentes; en cambio cibernautas anónimos transgreden impunemente por lo menos la moral.

La modernidad cibernética dio pie al libertinaje en las llamadas redes sociales, donde algunos, escudados en identidades falsas o pseudónimos, agreden, calumnian, difaman y tergiversan los hechos reales con aviesos fines.

Recordemos los perjuicios ocasionados por magnificar acontecimientos, como la corretiza nocturna entre miembros de la Gendarmería y la Policía Federal sobre parte de la Costera Alemán el 24 de abril pasado, que sembraron el pánico y provocaron que algunos países recomendaran a sus connacionales no vacacionar en Acapulco.

Urge legislar poniendo reglas claras para lograr una verdadera libertad con respeto a los demás, que construya y no destruya.

Tantos legisladores inquietos que padecemos y no se atreven a presentar una iniciativa para que se ponga como requisito en el Internet que para asignar un sitio de correo electrónico, quien lo pida se identifique plenamente. Eso no agravia ninguna libertad y se trata de que los cibernautas no se comporten como truhanes enmascarados; un poco de orden no hace daño y lo propongo como ciudadano.