* Astudillo revela abandono en todo
* “El Royer” sí nadó “de a muertito”
* Eliseo Moyao elude la justicia penal
JORGE VALDEZ REYCEN
Comprensible, por donde se vea, el gran rezago en Guerrero.
Héctor Astudillo Flores lleva siete meses en la gubernatura recomponiendo un estado patas arriba. Se entiende el desorden dejado por la administración truncada de Ángel Aguirre Rivero y el “suspiro” de administración que fue de Rogelio Ortega Martínez, donde se perfiló un desfalco millonario que mantiene en vilo de ir a prisión al exsecretario de Finanzas y Administración, Eliseo Moyao.
No es fácil, ni tampoco es justificable que el actual gobernante tenga que multiplicarse ante el gran rezago que se acumuló por la ausencia de experiencia en la conducción política, económica y social de una entidad, que por la improvisación llegó a manos de personas inexpertas, deficientes y sin oficio político.
Astudillo tiene el doble reto de afrontar las condiciones precarias en que recibió una entidad en los linderos de la ingobernabilidad, parálisis financiera y programas detenidos por la falta de responsabilidad de exfuncionarios que no cumplieron con requisitos elementales para la liberación de recursos federales ya autorizados para ejecutarse. Hubo subejercicio de fondos y gastos onerosos producto de ocurrencias.
El tamaño del problema que hizo crisis fue el Caso Iguala, que obligó al gobernador Aguirre a pedir licencia y dejar inconclusos todos los programas de obra. Ortega nunca dio continuidad al cierre del gobierno, se la pasó nadando de a muertito, al extremo de ser regañado por el presidente Enrique Peña Nieto. Todo eso se tradujo en la parálisis, el efecto de inmovilidad y el cierre de ministraciones federales.
Todo se lo dejaron a Astudillo, quien aceptó el desafío y propuso dar orden y paz a Guerrero, bajo la premisa de que se necesita de todos los guerrerenses para enfrentar la crisis y superar la gobernabilidad amenazada por el fenómeno de la violencia de grupos delincuenciales y los parámetros de una procuración de justicia sumida en el descrédito y la desconfianza social.
Y aunque se enfrentó también la incredulidad, escepticismo, apatía y una descomunal guerra sucia desinformativa, se ha podido estabilizar un naufragio inminente en el primer semestre del 2016.
Claro que los saldos pendientes están en proceso de regularizar su operatividad, cuando se habían dejado sin control. Muchos de los funcionarios que hace año y medio observaron el ascenso de Ortega a la gubernatura, permanecieron en la comodidad de la nómina, atisbando y digiriendo el tamaño de la enorme crisis.
La lista de esos funcionarios que permanecen en los organigramas de todo el aparato de gobierno es grande y despedirlos sería un suicidio financiero, cuando se tiene que pagar en laudos más de cuatro mil millones de pesos. Ese fenómeno de “herencias malditas” de gobiernos, tiene que ser tratado con asepsia.
Astudillo admitió que encontró “en cero” muchos de los programas como la implementación de la justicia penal acusatoria, pero se está comprobando que los recursos sí se liberaron en tiempo y forma, pero no se aplicaron por gente que simuló y se hizo la occisa en su trabajo. Pretextos habrá, de sobra, pero ahora tienen que doblar turnos y hacer talacha a contra reloj por su dejadez y huevonada.
No hay justificaciones, ni pretextos para recomponer muchas acciones que dejaron una bola de rateros e improvisados. Ni modo. Si los meten a la cárcel, qué bueno… pero si no, ni modo. Y las condiciones de desconfianza y falta de credibilidad dejarán su marca. Si Eliseo Moyao elude a la justicia, sentará un precedente dañino y de impunidad en la lucha contra la corrupción. Veremos…
Nos leemos mañana… SIN MEDIAS TINTAS.
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