Felipe Victoria
Enrique Peña Nieto, ¿para unos cuantos escogidos?
Desde que lo recuerdo aquí en Guerrero, cada que el primer mandatario en turno viene de visita oficial o para descanso, se extreman medidas de seguridad.
Pero no solo eso, por donde vaya a pasar circulando, las calles y avenidas de la noche a la mañana mejoran su apariencia y hasta nacen jardines donde no los había horas antes; el chiste es que vea que aquí todo está en orden y tranquilito, pero obviamente las apariencias engañan.
¿No se darán cuenta los presidentes? Claro que sí, pero es regla no escrita del sistema: alejar a quien lleva las riendas nacionales de las cuestiones desagradables, prevenir incluso que cualquier hijo del pueblo tuviera la ocurrencia de increparlos o hacer denuncias de viva voz que pongan en entredicho el quehacer de autoridades locales.
Peor tantito son las medidas precautorias para alejar a la “prensa incómoda”; se limita el acceso controlado a los meros cuates o los que saben que permanecerán calladitos y si hubiere oportunidad de hacer preguntas, no sería ninguna que no estuviera previamente censurada y autorizada.
¿Los servicios de inteligencia de la Presidencia detectan esas maniobras?, por supuesto que sí, y es precisamente a ellos y al Estado Mayor a los que los burócratas locales culpan de la discriminación autoritaria que viola derechos humanos de comunicadores, pero hay ciertas cosas que le dan ñáñaras a las comisiones gubernamentales y no asoman las narices en eso, tan ocupados que andan buscando reflectores de metiches en muchas cosas que no les corresponden.
¿Pero solamente a los presidentes aíslan de tal manera en esas escenas montadas?
Claro que no, algunos secretarios de Estado de los que calculan candidateables a la Presidencia para el 2018 reciben igual tratamiento y el CISEN prefiere hibernar tranquilamente, en vez de poner al tanto de todo de veras a Eugenio Ímaz y a su jefe Miguel Ángel Osorio Chong.
Luis Videgaray Caso poco viene de gira oficial y Aurelio Nuño ni de loco por estos días se arriesgaría a que le armen mitote los aguerridos e insurrectos cetegistas y los “anormalistas guerrilleros”.
Acapulco sigue siendo paraíso finsemanero de muchos políticos importantes, pero tienen derecho a la secrecía y a gozar de su intimidad cuando descansan, aunque no falten prietitos en el arroz porque la servidumbre tiene ojos, oídos y boca finalmente; igual que los meseros exclusivos de banquetes privados y las edecanes de compañía eficazmente controladas.
Mexiquenses importantes con mucho futuro claro que también se descuelgan a veces para ponerse más chapeaditos con las asoleadas, pero al cabo que parte de Acapulco es ya de los de Atlacomulco hace mucho.
Aunque abundan en el país portentosos centros turísticos, mejor atendidos y con menos chusma corriente pobretona, Acapulco por la temperatura del mar es el consentido y preferido, además por lo cercano al DF.
Aunque hay que admitirlo, los privilegiados que vienen por la zona Diamante ya muy poco se asoman al Acapulco viejo donde las cosas no andan del todo bien y por la mala fama ganada, ni de aventura quieren hacer un recorrido por la Costera.
De sus lujosos condominios con eficaz seguridad privada a las tiendotas, son sus pequeñas escapaditas, y cada vez menos se animan a visitar las fantásticas discotecas de la Escénica por lo peligrosa que es de noche con tantos ebrios y drogados manejando, sin cuidados policiacos municipales eficaces.
Claro que tuvo visión José Francisco Ruiz Massieu cuando con sus excuñados urdieron urbanizar y poblar pantanos y humedales, para que cárteles norteños tamaulipecos lavaran dólares y gente de dinero invirtiera en comprar domicilios alternos, generando como sea fuentes de empleo, activando el comercio donde antes no había prácticamente nada.
El “nuevo” y portentoso Acapulco de los ricos, de todos modos no ha logrado acabarse de comer al viejo y tradicional, donde los fieles turistas nacionales no dejan de venir sin importar chismes de inseguridad mediática; donde ellos radican las cosas andan parecidas o hasta peor, pero cuentan con controles de prensa más eficientes y la ropa sucia se lava en sus casas.
Aquí en Guerrero llevamos años de equívocos en políticas de comunicación social, con gente que creyó que Acapulco debía estar todo el tiempo en los reflectores nacionales e internacionales por lo que fuera, bueno o malo.
Hace poco que compartí un cafecito con visitantes procedentes de California y de Nevada, avanzada de proyectos casineros en grande para la zona Diamante y me comentaban riendo, que aquí parece que nos ahogamos en un vaso con agua por los incidentes bochornosos que por ajuste de cuentas entre malosos se dan con frecuencia, situaciones imprevisibles e inevitables para las corporaciones policiacas de plano.
Uno de ellos dijo con sorna que parecíamos el nuevo “Chicagopulco” de la década de los treinta y cuarenta, cuando las mafias gansteriles cobraban en USA rentitas a todos los negocios por concepto de protección y permiso de funcionamiento, o el actual Miami Vice, donde las drogas traen del rabo a todos.
Me sugirieron que deberían mandar acapulqueños a Las Vegas, pero no a jugar, apostando ni entreteniéndose con tantas diversiones, sino a estudiar cómo el hacen allá para que los niveles de seguridad pública no sean alarmantes.