David Alejandro Delgado A.

 

Hay frases muy populares en las luchas políticas, que involucran frecuentemente al “Pueblo”, asimismo, los discursos políticos están usualmente caracterizados por referencias al “Pueblo”; todo ello deriva de la etimología de la palabra “democracia” que proviene de demos que significa pueblo y kratos que significa gobierno.

Sin embargo, como es usual en las palabras que se utilizan en la política, no deja de tener sus ambivalencias y ambigüedades, que son utilizadas para construir discursos carismáticos y sinérgicos, pero que generan problemas a la hora de diseccionar con lógica su significado.

Ya desde la antigüedad clásica griega, convivían dos palabras: la polis y el demos, que hace distinguir a Aristóteles la politeia de la democracia, siendo la primera una forma buena y la segunda una forma mala de gobierno. Pero también es verdad, que ya desde la antigüedad clásica griega, inclusive el concepto de demos excluía a las mujeres, a los infantes (en su etimología, los que no hablan) y a los esclavos. Aún en nuestros días seguimos excluyendo a los infantes y adolescentes, así como a los criminales que cumplen sentencia, e inclusive en un sentido operativo, quién no cuenta con credencial para votar con fotografía vigente se encuentra imposibilitado a participar en el momento estelar del ejercicio de la soberanía popular que es la elección de los cargos públicos.

De manera que tenemos ya un primer problema entre concebir al Pueblo como todo el mundo o identificarlo como un gran número que reúne requisitos de inclusión. Pero aun así, se llega a concebir como excluyente del concepto, la clase. No es difícil encontrar en los discursos políticos el concepto de pueblo como identificándolo con la clase baja; sin embargo, no deja de ser un exceso de definición, porque termina siendo excluyente; aun considerando la evolución del Estado Constitucional de Derecho que en términos de Ferrajoli implica Leyes del más débil, Paz e Igualdad.

En palabras de Sartori, “El poder del pueblo” es una expresión elíptica, “ya que el poder se ejerce sobre alguien y el gobierno presupone la existencia de gobernados”; de manera que la democracia termina siendo “El poder del pueblo sobre el pueblo”. En consecuencia “las democracias modernas giran en torno a: a el principio de mayoría relativa; b) los procedimientos electorales; y c) la transmisión del poder que supone la representación”.

Estas conclusiones de la Teoría sirven para comprender los términos en que nuestra Constitución ocupa la palabra de Pueblo. En principio veamos el artículo 39 de la Constitución que de vez en vez se utiliza como fundamento para violentar la ley o en el extremo, motivar una revolución, dice así: “La soberanía nacional reside esencial y originalmente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”.

Sin embargo, la doctrina constitucional señala que la Carta Magna no debe ser interpretada como apartados aislados, sino en toda su integralidad. Hacer una interpretación aislada de un artículo Constitucional es una posición autoritaria, porque desconoce todo lo demás, en beneficio de un interés particular.

De tal manera que el artículo 39 Constitucional no debe leerse de manera aislada, sino integralmente, al menos relacionándolo con los artículos 41 y 135.

Y es que el artículo 41 Constitucional aclara que “El pueblo ejerce su soberanía por medio de los Poderes de la Unión, en los casos de competencia de éstos, y por los de los Estados, en lo que toca a sus regímenes interiores, en los términos respectivamente establecidos por la presente Constitución Federal y las particulares de los Estados, las que en ningún caso podrán contravenir las estipulaciones del Pacto Federal. La renovación de los poderes Legislativo y Ejecutivo se realizará mediante elecciones libres auténticas y periódicas…”.

Mientras que el 135 Constitucional señala: “La presente Constitución puede ser adicionada o reformada. Para que las adiciones o reformas lleguen a ser parte de la misma, se requiere que el Congreso de la Unión, por el voto de las dos terceras partes de los individuos presentes, acuerden las reformas o adiciones, y que éstas sean aprobadas por la mayoría de las Legislaturas de los Estados”.

En suma, efectivamente la Soberanía Nacional reside en el Pueblo, pero por medio de los Poderes Constitucionalmente definidos; algunos de los cuales deben ser constituidos por elección, y mediante algunos de éstos Poderes es posible alterar o modificar la forma de gobierno. El ejercicio de la Soberanía Nacional tiene sus reglas, precisamente para conservar la Paz Pública, de lo contrario ir a una revolución, implica asumir, como sucedió hace un siglo, que uno de cada 10 pierda la vida. La importancia de seguir las reglas es pues, una garantía de Paz.