Pancho Ruiz, “El Manco”
Por Chanssonier
Existen personas que tienen cualidades de las que otros carecen, por lo cual salen del común denominador. Tal fue el caso del señor Francisco Ruiz, a quien le llamaban simplemente Pancho “El Manco”, por faltarle uno de sus brazos, el cual perdió cuando era un adolescente. Se cuenta que esa extremidad superior, se le dañó, en cierta ocasión, cuando en compañía de otros muchachos de su misma edad, se subió a un árbol frutal una de cuyas ramas no resistió su peso.
La caída debió ser brutal porque a consecuencia de ella, quedó gravemente herido sin notificarles a sus familiares lo ocurrido. Con el paso de los días la lesión le ocasionó la pérdida del brazo, al que tuvieron que amputárselo ante el temor familiar de ocasionarle la muerte. A partir de entonces se le conoció como Pancho, “El Manco”.
Como al mal tiempo buena cara, como suele decirse, abandonó las aulas para alquilar sus servicios, en una empresa dedicada al transporte de carga, en donde obtenía dinero para sus diversas necesidades.
En la feria de San Mateo, que hace años se efectuaba en el barrio de tal nombre, era frecuente mirar a Pancho con una capa, con la cual se enfrentaba valientemente a los toros en lidia; a falta de un brazo una punta del paño rojo lo sostenía con la boca, ejecutando riesgosas faenas que le eran aplaudidas frenéticamente, por quienes gustan de la llamada fiesta brava.
Por muchos años Pancho fue la atracción en el ruedo; cuando sintió que sus cualidades iban en descenso, se convirtió en espectador, quien nunca pasó desapercibido para quienes gustan del jaripeo. Los últimos días de su vida los pasó en el domicilio de su hermana, doña Rafaelita Ruiz de Villalba. Todas las mañanas podía mirarse, sentado en una de las gradas de la entrada principal de la casa, en donde lo saludaban quienes en el pasado, lo vieron lidiar con los brutos de las mejores ganaderías de la región, porque siempre fue un hombre valeroso dispuesto a jugarse la vida, a cambio de los aplausos que recibía por su valor y temple.
“El Chato”, Isaías Vargas
No ha habido en esta ciudad un boxeador, con las cualidades que siempre mostró Isaías Vargas, El Chato, un peso ligero que en el ring mandó dormir, a todo aquél que se atrevió medirse con él.
Desde la adolescencia El Chato como era generalmente conocido, se aficionó al boxeo el que siempre practicó de manera no profesional, midiéndose en el encordado con todo aquél que quiso conocer lo demoledor que eran sus puños.
Por desgracia no pudo soportar el triunfo, por el cual a temprana edad se aficionó al alcohol, el que lo hizo su presa, convirtiendo a quien pudo ser gloria del deporte, en un consumidor de bebidas embriagantes, ya que en numerables ocasiones subió al encordado en estado etílico, ganando así muchos de los combates en los que participó.
Bien conocieron lo demoledor de sus puños, boxeadores de Acapulco y Taxco quienes periódicamente, se presentaban en este lugar, siendo la década de los años cuarenta del pasado siglo, la mejor para El Chato Vargas. Sus familiares preocupados por estar atrapado en el vicio de los vinos, lo condujeron a un cuartel militar con la esperanza que en ese lugar alcanzara la redención, lo que no lograron.
En los últimos tiempos era frecuente encontrarlo en las calles, las más de las veces sobrio, por desgracia era tarde porque el vicio atrapó, a quien pudo ser una gloria deportiva.