DAVID ALEJANDRO DELGADO

 

Estado y Democracia dos conceptos en los cuales gira el discurso político, al menos del último medio milenio en el primer caso y de las última centuria en el segundo. El Estado, abstracción política por excelencia, que refleja una forma de organización política de la sociedad que va constituyéndose y evolucionando de los señoríos dispersos feudales y de la recuperación clásica que lleva el renacimiento, para ir construyendo Institucionalidad, Soberanía, Coacción Legítima y Centralización; en suma, es un proceso gradual que nace en el pequeño continente europeo de expropiación de los medios de dominación política frente a los señoríos, a la Iglesia y a los propietarios.

Pero el Estado Absolutista que se constituyó, comenzó a tener presiones principalmente por el nacimiento de los burgos y por tanto de la burguesía, que en equivalencia se llamaron Ciudades y por tanto, Ciudadanos con demandas de derechos naturales, que fueron conformando la noción del Contrato Social, arrancándole la divinidad de la Ley al Divino Rey para trasladarla al Pueblo, inventándose las Constituciones y las Leyes emanadas del Parlamento; que a su vez, la necesidad de los contrapesos del poder, se hizo necesaria la división de poderes planteados por Montesquieu al describir lo que veía en Inglaterra: Ejecutivo, Legislativo y Judicial.

La propia existencia del Parlamento, por su naturaleza de generar acuerdos colectivos o impulsar ideas compartidas, fue generando Grupos, como los clásicos Girondinos y Jacobinos del Parlamento Francés de la Revolución (nombres que provienen de los lugares donde se reunían); o en México con las Logias Masónicas Yorkinas y Escocesas que prefiguraron la gran batalla entre causas Americanas o Europeas, que a su vez reflejaban la tensión entre Federalismo o Centralismo, Liberalismo o Conservadurismo, que devinieron en Partidos Políticos.

De manera que se fue prefigurando el Estado Liberal Democrático, no sin tensiones entre la Igualdad y la Libertad, entre intervenir o no intervenir, que llevaron a la efímera construcción del Estado de Bienestar, o su versiones extremas con el Estado Fascista o Comunista; y a su vez desarrollándose concepciones diversas de democracia, donde la concepción de Pueblo puede ser tan extensa, agregada o elitista como corresponda al interés; o ya recientemente en las últimas décadas, desde las minimalistas en que solo se concibe a la democracia en términos de lo procedimental electoral, o las maximalistas que la amplían a efectos sustantivos del ejercicio de las libertades, igualdad política de los ciudadanos, controles al Estado, incertidumbre en los resultados electorales y alternancia, participación de las minorías y acceso a fuentes de información.

Pero el Estado no ha dejado de ser fuente de problematizaciones, inclusive desde su concepción clásica de Población, Territorio y Soberanía; porque no siempre el Estado nace de una Nación, sino que en ocasiones el Estado fomenta a través del panteón imaginario de los héroes una Nación, o en otras los Estados dividen, agregan o segregan a las Naciones; generando problemas de identidad entre las Poblaciones. También se agrega el efecto de las migraciones, con dos tipos de respuestas opuestas: aquellos Estados que otorgan derechos a sus connacionales más allá de sus fronteras o aquellos que reconocen derechos a los Extranjeros residentes, porque al fin y al cabo son quienes se benefician o se perjudican de la acción del Estado. Ni que decir sobre los apoyos sociales que requieren padrones de beneficiarios precisos, además del derecho a la identidad y el derecho a la protección de la intimidad.

No hay hoy en día Territorio en nuestro Planeta Tierra sin Estado, salvo la Antártida que es excluido por un Tratado Internacional de 1959 y el espacio estratosférico que, según un Tratado Internacional firmado en 1967, queda abierto a Todos los Estados para usos no militares. Pero no estamos muy lejos de que los Estados comiencen a reivindicar Espacios en el espacio interestelar. Aunque también los Tratados de Libre Comercio o de tipo Eurorregiones comienzan a desdibujar las fronteras físicas.

No se diga el tema de la Soberanía, que encuentra Límites en las diversas instituciones globales que impulsan políticas, las grandes empresas trasnacionales o en los grupos delictivos internacionales o regionales. Inclusive la propia tendencia contemporánea a descentralizar con federalismo, apunta a las Soberanías Compartidas.

Pero en todo ello, el Estado Constitucional de Derecho sigue sobreviviendo, promoviendo el garantismo, con leyes del más débil, acciones para la Paz y la Igualdad, en un mundo globalizado pero con demandas particulares, aunque también el garantismo debe encontrar su contrapeso en los derechos colectivos o de la sociedad.

El Estado vive la bipolaridad de ser demasiado grande porque es resultado de las demandas de diversos grupos que requieren atención y que se transforman en instituciones y por ende en burocracias; pero otro lado el Estado es demasiado pequeño frente a las nuevas realidades globales, donde diversas agencias, empresas y grupos trascienden el espacio Estatal.

Se vive pues entre la tensión de crear un Estado Mundial con una democracia cosmopolita, concretizando aquella administración de distintos niveles descrita por Kant en la “Paz Perpetua”; o administrar una Sociedad Red, en donde el Estado es solo uno de los nodos de un complejo conglomerado.

Y en todo ello, la demanda de una democracia de calidad con deliberación pública, demócratas que se informan e instituciones con transparencia que otorgan información socialmente útil para las decisiones públicas, se constituye en una fuerte demanda de operatividad de la democracia vulnerada hoy en día por la desconfianza, pero con tecnologías que pueden otorgar una oportunidad a la Democracia Digital Deliberativa que construya una Ciudadanía en 3D.